El jabón que quita el olor a pescado

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Vilagarcía destaca por ese carácter señorito que unos llaman inglés y otros, simplemente, pijo

15 jul 2019 . Actualizado a las 11:30 h.

La Raya es la frontera más despoblada de Europa con cuatro excepciones: el eje Valença-Tui-Vigo, las ciudades emparejadas de Chaves y Verín y las dos eurociudades triples del sur: Ayamonte-Vila Real de Santo António-Castro Marim y Badajoz-Elvas-Campo Maior. En este último punto, justo en la frontera, se levanta un macro centro comercial «internacional» llamado El Faro. Está siempre lleno de españoles y portugueses y abundan en él las tiendas de ambos países. En una de ellas, llamada Casa Espaço, compré la pasada semana un jabón de acero inoxidable cuya virtud es que te frotas la mano con él y desaparecen los olores persistentes de pescado o de cebolla.

La dependienta me despachó el jabón de brillante acero como si fuera una gran novedad, el último descubrimiento en artilugios para el hogar. «¡Qué cosas inventan!», exclamó mientas me lo envolvía. Yo callé prudente, pero me quedé con las ganas de comentarle que había comprado el mismo jabón, eso sí, un poco más caro y más sólido, en «Nartallo», una tienda de Vilagarcía, hacía más de 20 años.

Cuando mi madre viene a Vilagarcía, le encanta ir de compras porque dice que encuentra productos desconocidos para ella como la cucharilla para comer kiwis, el cascanueces de cerámica, infalible aparato que abre las nueces sin esfuerzo ni peligro de que las cáscaras salten por la cocina, el quemador del azúcar del arroz con leche o bonitos termos capaces de guardar caliente el café durante más de un día.

A los turistas, desde siempre, les ha encantado comprar ropa náutica en Vilagarcía. Aquí había botas katiuskas elegantes cuando este tipo de calzado era tosco en el resto de España. Los chubasqueros de las tiendas eran y son bonitos, originales y resistentes y se encuentran jerséis diferentes que llaman mucho la atención cuando se exhiben en la calle Santiago de Valladolid o en la Alamedilla salmantina.

Cuando Zara era una tienda de provincias sin más trascendencia y sus dependientas de la calle Rey Daviña tomaban café con Amancio Ortega en la cafetería California, mi familia y otras muchas familias de turistas esperaban al veraneo vilagarciano para volver al interior cargados de prendas bonitas a precio imbatible. Porque uno de los primeros lugares del mundo donde se estableció Zara fue Vilagarcía de Arousa. Ahora, te encuentras una tienda de Inditex en el lugar más apartado del planeta. A principios de los 80, solo las había en A Coruña, en Santiago, en Vilagarcía...

Único concierto en España

El próximo jueves, la gran cantante Gaynor Hopkins, de nombre artístico Bonnie Tyler, dará en Vilagarcía su único concierto en España y de nuevo resurge en la ciudad esa aureola de exclusividad, de esa Vilagarcía única y mítica, una especie de paraíso perdido donde pintaba Sorolla.

Hace 120 años, la Cámara de Comercio destacaba que Vilagarcía contaba con un balneario que pasaba por ser uno de los mejores de Europa y señalaba también sus «cafés como el Universal y el Unión, casinos, fondas, grandes almacenes de tejidos, tiendas de moda, confiterías, farmacias, ferreterías, papelerías, imprentas, ultramarinos, sastrerías, peluquerías y, en fin, toda clase de comercio en general, surtido de todo lo necesario y aun de lo superfluo».

El comercio de lo superfluo es lo que distingue a las ciudades lujosas y amantes de la buena vida. En ese sentido, Vilagarcía siempre ha destacado por ese carácter señorito que unos han dado en llamar inglés y otros, simplemente, pijo. Esa pátina entre decadente y soñadora hunde sus raíces en locales míticos como el Casablanca con su orquesta de jazz band o el café de Poyán y su ambiente refinado.

Es la Vilagarcía de los palacios de los duques de Terranova y de Medina de las Torres, que llenan de asombro a los forasteros pues no conciben que mansiones de tanta belleza y poderío parezcan casonas del miedo abandonadas y preparadas por un magnifico director de arte para ambientar una película de terror de Amenábar o Bayona.

Vilagarcía hidalga y señorial de los almacenes y la banca Simeón. Epicentro de los amantes de las antigüedades y, sobre todo, de la porcelana inglesa certificada y con pátina decimonónica que se atesoraba, se vendía y se vende en El Hogar, una tienda que es más museo que comercio.

Vilagarcía de diversiones y placeres, la Casa Cuadrada, el Varietés, cuya aureola se sustancia en los conciertos callejeros de estos días, las mil butacas del Salón Teatro Vilagarcía, abierto al público en 1911, donde Andrés Segovia y Arthur Rubinstein celebraron conciertos y Castelao y José Antonio Primo de Rivera pronunciaron mítines. El Fantasio, único cine del mundo donde el lujoso gallinero era más caro que el patio de butacas o el palacete del Casino, hasta 1969 con sus escaleras solemnes, su balaustrada, sus altos ventanales y una fachada romántica enredada en hiedra.

Llega julio y Vilagarcía vuelve a ser la ciudad perfecta para veranear con calma, sin prisas, demorándose en conciertos, en terrazas, en tiendas y cafés, una ciudad llana y paseable donde los achaques se suavizan, donde los jabones de acero inoxidable llegan con adelanto y los perfumes franceses se vendían antes que en Madrid, donde, en 1924, Rubinstein interpretó a Chopin y, en 2019, Bonnie Tyler ha querido cantar en exclusiva.