Un ejército de ángeles en O Salnés

Rosa Estévez
rosa estévez CAMBADOS / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Ana Vidal y Lorena Fernández crearon Achega para atender las necesidades de una sociedad cada vez más envejecida

31 mar 2019 . Actualizado a las 20:21 h.

Cuando la pirámide de población de Galicia se despertó, se encontró convertida en un jarrón. La figura que muestra a las sociedades cómo son, que dibujan el futuro de una colectividad, se ha convertido en nuestro caso en un grito que nos alerta de que el gallego es un pueblo envejecido. Un pueblo que se desgasta con cada año que se cierra. El de Galicia es un caso especialmente preocupante, pero de ninguna manera es un problema único. Desde hace ya unos años, aquello de «viejo continente» describe mejor que nunca a Europa. La UE lo sabe. Y la UE, que siempre está muy pendiente de esas cosas, lleva tiempo advirtiendo a quien quiera escucharla de que la población mayor se ha convertido en un público que demanda una serie de servicios y productos que alguien debe venderles. Es la economía de plata.

A Ana y a Lorena no les hacían falta las señales lanzadas por la Unión Europea. La primera de nuestras protagonistas había estudiado psicología y gerontología en Estados Unidos. La segunda, Educación Social. Tras unos años sin verse, las dos amigas se reencontraron en Arousa. «Aínda había pouco que se aprobara a Lei de Dependencia. Entendemos as dúas que se abría un sector novo e enseguida pensamos en facer algo. Primeiro pensamos en poñer en marcha un centro de día, pero vimos que a inversión era enorme, inasumible para nós. Así que, dándolle unha volta, decidimos facer algo de axuda no fogar». Así relata Ana el alumbramiento de Achega, una empresa cada vez más necesaria en una sociedad cada vez más envejecida.

Tras tener la idea, estas dos emprendedoras se pusieron manos a la obra. «Fumos a uns cursos de creación de empresas, desenvolvimos o proxecto... Parecía que todo ía ser rodado», recuerda Ana. Obviamente, no fue así. Durante los primeros años, la recién nacida empresa tuvo que sobrevivir a base de los pocos clientes privados que iban requiriendo sus servicios. «Non foi fácil. Estamos falando dun sector complexo, porque a xente aínda non ten asumido o de recurrir a unha empresa para o coidado dos seus familiares. Hai moito sentimento de culpabilidade por parte dos familiares, e hai certo recelo por parte das persoas que precisan os coidados á hora de deixar entrar a unha persoa estrana na súa casa», relata Ana. A ello hay que sumar que el servicio de cuidado en el hogar «non é caro, pero moitas veces non é asumible para unha persoa que vive dunha pensión».

Afortunadamente, el tiempo, la paciencia y la profesionalidad demostrada por las cuidadoras de Achega han ido conquistando espacios. Afortunadamente, también, la empresa recibió un importante espaldarazo cuando tomó las riendas del servicio de atención en el hogar del Concello de Ribadumia. «Empezamos con oito usuarios. Agora son 35», explica Ana, que coordina un equipo formado por una veintena de cuidadoras. Son todas personas de la zona. Todas mujeres, explica su coordinadora, porque «o 80 % das persoas usuarias son mulleres, e prefiren ser atendidas por mulleres por cuestións coma o aseo». Para ocupar esos puestos, Achega busca personal formado, y no siempre resulta fácil. «Faltan cursos, falta cualificación», y eso para una empresa como esta puede suponer un problema. Porque, a fin de cuentas, «as nosas coidadoras sono todo. Son as que van á casa dos usuarios, as que os atenden. Son a nosa imaxe, a nosa marca». Y precisamente por eso Ana considera primordial «ter unha plantilla estable e satisfeita», algo que Achega intenta fomentar. ¿Cómo? Pues, para empezar, intentando armonizar el trabajo de las cuidadoras con sus necesidades horarias vitales.

Esa búsqueda de la felicidad de las trabajadoras es, al fin y al cabo, el mejor camino para llegar a la satisfacción de los usuarios de Achega. Y es que el negocio que han elegido Ana y Lorena no es sencillo: en él tienen un peso específico las complejas emociones humanas, que se trenzan y se destrenzan, que se digieren a veces entre lágrimas y que, en otras ocasiones, dibujan sonrisas.