Jéssica Bouzas, la niña que encuerda la futura gran raqueta femenina española

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

La vilagarciana Jéssica Bouzas jugará con España la primera fase de la Winter Cup el próximo mes.
La vilagarciana Jéssica Bouzas jugará con España la primera fase de la Winter Cup el próximo mes. martina miser< / span>

Con un inusual juego agresivo para su edad, 13 años, la primera tenista vilagarciana convocada con una selección nacional maneja una derecha prodigiosa con Muguruza como espejo

14 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No recuerda el cuando con exactitud, solo que no habían pasado muchos meses desde su decisión de enrolarse en el Club de Tenis O Rial con solo 6 años. El escenario, las pistas del Aeroclub de Santiago. Enfrente, una jugadora del Tenis Gondomar a la que la familia Bouzas Maneiro no consigue poner hoy nombre. Una niña un año mayor con la que Jéssica abría su historia de tenista de competición en el Campeonato Gallego Benjamín. «Recordo que houbo que parar o partido varias veces polas cambras da outra rapaza, como o seu pai lle tiña que dar masaxes para poder continuar, e ver a Jéssica coa súa cinta e a súa cariña vermella, pero con esas ganas na mirada». El partido, apunta su padre, se extendió dos horas. Una barbaridad en una categoría en la que los encuentros no suelen irse más allá de los 60 minutos.

La rival se acabó llevando la victoria en tres sets, pero el tenis gallego disfrutaba de la primera demostración de poderío de una jugadora que ya en su debut mostraba «esa garra, esa ganas de aguantar todas as bolas» que hoy, con 13 años, perfilan al segundo proyecto de futura estrella labrado en el taller de orfebrería que Daniel Otero ha montado en las instalaciones del C.T. O Rial. Con Jéssica Bouzas siguiendo los pasos de Rafael Izquierdo, alcanzando su primera internacionalidad con la selección española infantil en la primera fase de la Winter Cup, el oficioso campeonato de Europa base en pista cubierta por equipos. El que el hoy jugador santiagués de la Academia Equelite de Juan Carlos Ferrero disputó en 2014, y que volverá a jugar, en categoría cadete, en paralelo a la presencia de su ex compañera del 5 al 7 de febrero en Estambul.

«Atrevida. Descarada. Valiente». Son las primeras palabras que se le vienen a la cabeza a Daniel Otero a la hora de describir a Jéssica, a la que recuerda desde el primer día por «su pasión por el tenis. Es lo que la ha movido hasta hoy, y lo que más llama la atención en ella aún por encima de sus indudables cualidades para este deporte». Entre ellas, un golpeo de derecha prodigioso, casi único en el tenis femenino infantil.

La agresividad define el juego de Jéssica, emergiendo de una fuerte personalidad, quizá impronta de los genes vikingos heredados de sus padres catoirenses, Juan Jesús y Gloria. Fue ella misma la que escogió el tenis al fútbol tras presenciar un partido del Arousa y pasarse después por las gradas del Torneo Santa Rita que organiza el C.T. O Rial.

Sus extraordinarias condiciones antropométricas y su calidad llevaron pronto a Jéssica a entrenarse con jugadores mayores. Eso, y la fe compartida por Otero en su juego ofensivo por encima del peaje inicial de tantas derrotas, la fueron haciendo crecer. Sin rival en Galicia, desde alevín se movía entre las diez mejores de España. Pero su falta de adaptación a la tierra batida, sobre la que se disputaban la mayoría de los torneos grandes a nivel nacional, lastraban sus resultados. Hasta el año pasado.

En su empeño por cumplir su sueño de «llegar a jugar grandes torneos entre las mejores» Jéssica lleva un año añadiendo a sus entrenos un día a la semana sobre tierra en Sanxenxo, lo que le permitió dar un salto de calidad en el 2015. Enamorada del tenis de María Sharapova, y con un juego que, comenta, «siempre me dicen que se parece mucho al de Garbiñe Muguruza, muy agresivo de derecha, queriendo acabar pronto el punto», la vilagarciana aspira a dar un nuevo estirón en el 2016 haciendo lo que ha hecho siempre. Reconciliando las pequeñas diferencias que su cabezonería confesa le lleva a mantener con Otero en cada entreno, enfocando siempre el norte.