La pancarta de la solidaridad

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Las trabajadoras de Cuca se sintieron arropadas por los vecinos que caminaron a buen paso tras sus camisetas rojas

12 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

en ravella

«¡Mira que estivo ben!». Vestida con la camiseta roja de batalla, María José, la presidenta del comité de empresa de Cuca, sonreía de oreja a oreja mientras la concentración de Ravella empezaba a disgregarse. «Eu tiña medo... Levamos un ano e tres meses de loita, e a xente cánsase... Pero ao final vese que resiste», reflexionaba. En su voz no había ni el más ligero atisbo de afonía. Y eso que María José, como todas sus compañeras, no dejaron de cantar ni un minuto durante la marcha. La suya era una canción de guerra, de lucha contra la injusticia. Pero también una canción de amor a la fábrica de Cuca en Vilaxoán. El lugar al que quieren volver.

Y hay mucha gente que quiere que vuelvan. Que quieren que la vieja factoría vuelva a funcionar. Xabier, es uno de los que comparten ese deseo. «Vin para apoiar os postos de traballo no noso concello. E algo que nos beneficia a todos», dice. Él ni es de Vilaxoán, ni tiene a ningún familiar trabajando implicado en este conflicto laboral. «Pero son autónomo, e se a xente non ten traballo non me pode contratar a min», argumenta. Luisa sí que conoce a algunas de las trabajadoras que están librando la batalla. Esa fue una de las razones que la empujaron a sumarse a la marcha cuando esta ya había comenzado. «Me solidarizo con la causa», señalaba mientras las pancartas acababan de acomodarse en la plaza de Ravella.

Allí, tras una pancarta diseñada con esmero, el alcalde Tomás Fole y la concejala popular Rocío Llovo componían rostro de esfinge al ver como la organización cedía la palabra a María Carrera, la joven que lleva más de una semana apostada a la puerta del ayuntamiento, en huelga de hambre. «Igual que vos vos solidarizades coas traballadoras de Cuca, as traballadoras de Cuca queren solidarizarse coa súa loita», dijeron al presentarla. Ella aprovechó la ocasión para lanzar un grito indignado ante la manera en la que los derechos de los ciudadanos son pisoteados sin contemplaciones.

Luego, fueron las trabajadoras de Cuca las que volvieron a levantar la voz. Firme, sin acusar ni la afonía ni el cansancio de quien ha recorrido el camino entre Vilaxoán y Carril en menos de una hora, una de las mujeres, María José Mariño alzó la voz para, en nombre de todas sus compañeras, exigir que se cumpla la sentencia que ordena a Garavilla devolver la actividad a la fábrica vilaxoanesa. Ese mismo mensaje lo lanzaron, desde detrás de la pancarta de la corporación, todos y cada uno de los grupos que representan a los vecinos de Vilagarcía.

El alcalde Tomás Fole (PP), confía en que la unanimidad política, demostrada en el apoyo explícito e inédito del gobierno a la manifestación, acabe sirviendo de algo. A su lado Tania García (PSOE) también hacía votos para que, de una vez por todas, se obligue a Garavilla a mover ficha hacia Vilaxoán a fin de mantener el tejido industrial en Vilagarcía. Juan Fajardo (IU), se alegraba de que «a cidadanía apoiase a reivindicación» de la plantilla. Y María Villaronga (BNG) habló de la importancia de mantener en el municipio una marca de prestigio, capaz de proyectar la mejor imagen de la localidad y generar, al mismo tiempo, puestos de trabajo.

Unos empleos que las mujeres de Cuca defienden con uñas y dientes «para elas, pero tamén para os seus fillos». Por eso, porque miran al futuro, las trabajadoras están rechazando las indemnizaciones que, dicen, les está ofreciendo la empresa. Confían en que su sacrificio valga la pena. En que la solidaridad se contagie.

Pese a haber hecho el recorrido cantando y a buen paso, no les tembló la voz

«¡Mira que estivo ben!», decía

la presidenta

del comité al rematar la marcha