La crisis llega a la basura

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Los residuos de casi una veintena de municipios pasan por una planta en la que están acostumbrados a ver de todo

11 abr 2014 . Actualizado a las 06:54 h.

visita a la planta de sogama en ribadumia

No. La planta de transferencia de basuras que Sogama tiene en Ribadumia no huele mal. Al menos, no habitualmente. «Hai momentos nos que o cheiro é máis forte», reconocen José y Carlos, los operarios que ayer por la mañana estaban de turno. Pero la mayor parte del tiempo, en la nave gobiernan unos efluvios acres que se agarran al fondo de la garganta, pero que ni aprietan ni ahogan. Y eso es todo un mérito. A fin de cuentas, por esta nave pasan a diario toneladas de basura procedentes de una veintena de municipios de la provincia. Por la mañana y por la noche se empacan los restos de los contenedores verdes, mientras que las tardes se reservan al plástico.

Jose y Carlos, que llevan más de un lustro trabajando en Ribadumia, aseguran que la crisis se nota hasta en la basura. ¿Quiéren pruebas? La primera, la más obvia, que se ha reducido el volumen de residuos generados por las familias. El resto de las pruebas hay que buscarlas en la tolva en la que se amontonan provisionalmente las basuras que dejan los camiones y que esperan a ser empacadas, esto es, metidas en los grandes contenedores en los que viajarán hasta Cerceda.

Entre los residuos que llenan los entre quince y veinte contenedores que a diario salen de Ribadumia, los restos de comida se han reducido drásticamente. «A xente agora aproveita moito máis, non se estraga coma antes», señala José. Y Carlos pone un ejemplo contundente: Chisca, la perrita-mascota de la empacadora, siempre vivió de los restos de comida que caían de los camiones. Sin embargo, hace unos meses los operarios que la tienen adoptada tuvieron que empezar a comprarle pienso, porque solo con los restos no le llegaba. «Ao principio non lle gustaba, pero agora xa se acostumou», sentencian los operarios.

Se desprecia menos comida, pero entre los residuos se encuentra de todo. Carlos y Jose, como todos sus compañeros, han visto llegar en los camiones todo tipo de cosas. Desde colchones que alguien ha diseccionado para encajarlos en los contenedor, hasta animales vivos encerrados en cajas de cartón llamadas a ser sus ataudes. Camadas enteras de gatos, perros y hasta algún hurón han salido huyendo de la tolva en cuanto los operarios les han echado un cabo para salvarles la vida. «Facer iso é dunha crueldade enorme», reflexionan estos, incapaces de acostumbrarse a la idea.

A la basura echamos los ciudadanos de a pie casi de todo, y ayer por la empacadora pasaron restos de podas, plásticos de lo más variado y hasta unos calzoncillos Calvin Klein a los que le había llegado la hora. Está claro que que nuestra habilidad recicladora sigue necesitando mejorar, y mucho.

En ocasiones, entre la basura se cuelan cosas que nunca querríamos que fuesen a parar allí. «Ten vido xente buscando cartos que botara no lixo», explican quienes trabajan en la planta. En una ocasión, el propietario de un bar de Vilaboa en el que alguien había mezclado la recaudación con la basura. Otra vez, una costurera empeñada en recuperar unos misteriosos retales.

«Cando se pode facer algo por eles, faise», nos cuentan los operarios de la planta de Ribadumia, que parecen haberse acostumbrado a ver de todo, a analizarlo y a ponerlo en contexto. A la crisis achacan, por ejemplo, que no pare de crecer el volumen de residuos que se depositan en los contenedores sin bolsa. «Agora moitos supermercados cobran por elas, e hai moita xente que volveu coller o caldeiro do lixo para ir vacialo directamente no colector», sentencian.