La importancia de llamarse García

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

<span lang= es-es >La tumba de Agustín Romero</span>. Los restos mortales del indiano que tanto hizo por Cornazo descansan en una tumba en la iglesia de la localidad, que ayudó a construir con su patrimonio.
La tumba de Agustín Romero. Los restos mortales del indiano que tanto hizo por Cornazo descansan en una tumba en la iglesia de la localidad, que ayudó a construir con su patrimonio. m. miser< / span>

Varios mecenas de la ciudad compartieron apellido con quien fue fundador de la villa

26 may 2013 . Actualizado a las 06:55 h.

El municipio resultante de la fusión que se hizo efectiva en el año 1913 tomó el nombre del fundador de la antigua Arealonga, el señor García de Caamaño. Pero hubo en Vilagarcía otros personajes que hicieron tanto o más por sus vecinos, y algunos, quizás los que dejaron mayor huella, compartieron apellido con el aristócrata. Ya hemos hablado en esta sección de la construcción del primer salón de espectáculos que tuvo la ciudad, donde ahora está la casa de cultura, y que su promotor fue Juan García, de quien tomó el nombre. Él fue, quizás, el principal mecenas de su tierra de adopción, al menos en la época que nos ocupa, la de la fusión de los concellos de Vilagarcía, Vilaxoán y Carril. Pero no fue el único. Hubo más en su familia, y todos con ese apellido en el árbol genealógico.

Como acertadamente dice Manuel Villaronga en su libro A Vilagarcía das vellas postais, para cualquier decisión de peso que se tomaba a principios del siglo pasado, se reunía la clase comercial, los propietarios y los industriales, porque «ese era o concepto do pobo que había entonces». Partiendo pues de la base de que el pueblo no tenía mucho que decir, es lógico pensar que tampoco tenía capacidad de maniobra, y así, quien podía hacer algo por el bien común -o en contra del bien común, que de eso también hubo mucho- eran los que tenían poder, ya fuese por pertenecer a familias influyentes o por haber amasado una fortuna.

A ese segundo grupo pertenecía Juan García, un banquero de Nueva York enamorado de Vilagarcía, donde se había casado. Además de construir los edificios que aún se conservan en la Alameda, promovió la construcción del Salón García. El empresario murió sin ver culminada su obra, pero su espíritu filantrópico fue heredado por sus hijos; y no solo ellos, hubo más miembros de la familia que en aquellos años miraron por el bien común de una villa que no era su tierra de origen, pero que habían adoptado con cariño.

Sus hijos, por ejemplo, junto con un primo suyo propietario del pazo de Artime, concedieron un importante crédito al Concello para la construcción de la que fue y sigue siendo la casa consistorial de Ravella. José y Ramón García Mouriño fueron también los promotores de las casas modernistas de la calle Comercio, hoy Rey Daviña.

El pariente que aportó también un préstamo para la casa consistorial era Joaquín Martínez García, natural de Santiago. Además de ser uno de los promotores de la suscripción para la compra de Cortegada -él aportó 20.000 pesetas de las de entonces- cedió parte de los terrenos del actual parque de A Compostela y de la plaza de la Independencia. Se le dedicó una avenida; la actual Rosalía de Castro.

Solo el rico hacía o deshacía; el pueblo entonces no contaba ni para bien ni para mal

Ravella, el jardín de A Compostela o la casa de cultura se hicieron con donaciones