Cuando la cultura es una montonera

AROUSA

20 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

En un momento el que la política es como un campeonato mundial de anacoretas, esto es, una competición para ver quién es más austero, la cultura se ha convertido en una asignatura de esas que llamamos marías: o es optativa, o damos aprobado general o directamente desaparece.

Aún así me gustaría hacer una reflexión sobre el poder evocador, aunque torpemente demagógico, de una fotografía. Si tú colocas en una estantería un montón de catálogos de diversos autores, ordenados cronológicamente o por temática, según los criterios que dicta la biblioteconomía, lo que sale en la foto resultante es patrimonio. Como tal gana con el tiempo y la perspectiva. Si amontonas los mismos catálogos como si fueran un vertido incontrolado en una cuneta, lo que tienes es despilfarro. En las dos fotos el material y la inversión son los mismos. La responsabilidad del concejal de turno también. No vale con comprar, hacerse la foto y luego condenar lo comprado al ostracismo que habita los sótanos. Pero más grave aún es la gestión de la sala de exposiciones con arreglo a criterios populistas, o el dinero gastado en asesores, o el nulo ejercicio de promoción de todas y cada una de las exposiciones, la mayoría de producción propia. De esto se habla menos porque el populismo es moneda de cambio en política. De unos y de otros.

No deberíamos olvidar nunca que la sala Rivas Briones, y el catálogo que hasta ahora rubricaba el hecho artístico, son el resultado del empuje de un sólido grupo de artistas, de mayor o menor categoría, que vive y trabaja en O Salnés.

Primero fueron los artistas y luego fue el espacio. No como es costumbre y como sucede en cierto monte próximo a Santiago: primero el espacio y luego, luego nada.