Kurt Schwitters no tenía cerca el mar de Arousa

AROUSA

El escultor arousano Enrique Conde expone su obra en el Club Náutico de San Vicente hasta el 15 de octubre

28 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El gran pintor alemán Kurt Schwitters no tenía cerca el mar de Arousa. Por eso sus abigarradas composiciones no huelen a salitre, a brea y a patente para barcos. Tampoco en las maderas que usaba en sus collages , crepitan las sucesivas capas de pintura que un marinero administra durante décadas a su dorna favorita. Las obras de Enrique Conde, que hasta el 15 de octubre cuelgan de las paredes del Club Náutico de San Vicente, tienen todo eso y mucho más.

Se trata de una sólida reflexión sobre el readymade. Esta es una disciplina muy tentadora pero también muy delicada. Cuando el artista llega al readymade con un plan preconcebido, el resultado es un petardo manierista y aburrido. No todas las maderas desconchadas merecen ser convertidas en una pieza de escultura. No todos los objetos abandonados son evocadores. No puedes salir a buscar: las piezas tienen que encontrarte a ti. Por eso en todos los estudios del mundo los artistas hacen acopio durante años de todo tipo de chatarra, como si se tratara de la valiosa mercancía de un buhonero. Pero no todo el mundo lo saca del estudio. Hay que ser muy fino para armar una exposición con detritos.

Llegados a este punto, señalar las piezas es tan importante como intervenir en ellas. De hecho, Enrique parece partidario de la mínima intervención. Ordena y dispone pero no insiste ni se inmiscuye innecesariamente en el secreto orden de la materia. No repinta ni retoca, solo escoge y decide. Como un Demiurgo que rescatara del olvido la materia varada, para elevarla a la categoría de obra de arte.

A Enrique le llevó más de una década reunir todo el botín que dejó la marea. En el ensamblaje de las piezas es fácil encontrar toda la tradición constructivista de la Vanguardia Rusa. También hay un algo de informalismo español que remite lejanamente a Gerardo Rueda. Pero donde en las cajas de Rueda hay una pulcritud y una casi molesta asepsia, en las cajas de Enrique está preservado el rastro y la huella. En estas obras intervienen todos los sentidos. Tacto y olfato completan su contemplación. Las de Rueda no tienen pinta de oler a nada. Tampoco tenía cerca el mar de Arousa.