AREOSO | O |
08 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.NO LES FALTA razón a los profesores del grupo de trabajo de «A Escardia». Alertan (página 4 de esta edición) de la fiebre consumista que nos invade y de cómo repercute a la hora de comprar los juguetes. Padres, tíos, abuelos y demás familia se afanan por llenar las ansias de los más pequeños y, en dura competencia por ser originales y generosos, se ponen a la búsqueda de las últimas novedades. La tele se encarga de ponerles la miel en los labios y obligan a uno a amargarle el dulce diciéndole al niño que no le puede pedir la última Play Station a los Reyes Magos porque los camellos van muy cargados. Menos mal que son muy inocentes, pero a quién más y a quién menos nos gusta hacer felices a lo que más queremos de la casa y rascamos el bolsillo para la ocasión. Caemos en la trampa pero, por favor, que no falte el sentidiño , por economía y hasta por salud mental. Me cuentan que no sé qué juguete se agotó hace un mes en los comercios y que el padre está desesperado. A mí me resulta muy didáctica la imagen de mi sobrino de cuatro años. Tiene muchos juguetes pero, al final, se quedan apartados en la habitación en favor de unos cordones de zapatos que usa cual culebritas por la alfombra del salón.