Los primeros cuartos no son determinantes en baloncesto pero condicionan mucho el discurrir del partido. En este caso, los primeros diez minutos marcaron mucho lo que vino a continuación, porque aunque el Obra jugó con intensidad y compitió bien, se fue con un 27-12 adverso
Hay dos datos que explican este arranque. El Madrid en el primer cuarto hace 27 puntos, en tiros de campo 11/17; el Obradoiro, 12 puntos con un 5/16 en tiros de campo.
Hubo múltiples razones que influyeron en el devenir de la contienda. Se puede hablar de intensidad de los dos equipos, si bien hubo más cosas. Fue clave la entrada en pista de Poirier tras el corte en la ceja de Tavares, porque dominó con Yabusele la zona, tanto en atraque como en defensa. Otro factor con una gran incidencia en el encuentro fue el juego de bloqueo directo de ambos equipos. El planteamiento táctico del Obra en ataque fue muy bueno, pero faltó acierto. El Real Madrid sacó mucha ventaja con su ataque en este aspecto, anotando muchas canastas fáciles.
En el segundo cuarto el Obradoiro no se rindió, siguió con mucha intensidad, ajustando lo mejor posible la defensa del bloque directo. No es fácil jugar en el Wizink cuando el marcador se pone con esas desventajas tan pronto. Con lucha y orden, el equipo se mantuvo en el partido. Los ocho primeros minuto del tercer cuarto coinciden con el mejor momento del Obra. Consiguió correr, movió bien el balón, encontró canastas fáciles y convirtió 24 puntos en esos ocho minutos. Después del tiempo muerto de Mateo, cuando el Obradoiro se había acercado a once puntos, el Madrid vuelve a reaccionar de la mano de Musa. Y el desenlace del choque permite a Bender dar un paso más a la hora de coger confianza en su juego.
Conviene calibrar el partido en su justa medida. El Real Madrid ahora mismo es un rival muy difícil, que va a imponer su ritmo de juego y talento, con lo que no hay que desmerecer el trabajo de cuarenta minutos en intensidad, concentración y lucha desplegado por el Obradoiro.