Así empieza lo malo

Miguel Gómez EL ESCÁNER

ANDAR MIUDIÑO

PACO RODRÍGUEZ

20 nov 2021 . Actualizado a las 23:45 h.

Una tarde, en un partido de fútbol sala, pachanguita sí pero con la enorme trascendencia que cualquier cena apostada otorga, tuve mi minuto de gloria.

Empatados, más o menos a mitad de pista, un compañero me pasó la pelota. En el segundo que tardaría en llegarme vi con absoluta nitidez cómo y dónde iba acabar. Sin pararla, tal cual venía, la golpeé con el exterior del pie y entró por la escuadra. Sería incapaz de repetirlo, no se puede ser perfecto indefinidamente, la mayoría no lo somos nunca o solo en un breve instante y por casualidad.

Javier Marías había alcanzado la perfección en Mañana en la batalla piensa en mí, Negra espalda del tiempo («Cualquiera cuenta una anécdota de lo que le ha sucedido y por el mero hecho de contarlo ya lo está deformando y tergiversando») y la trilogía de Tu rostro mañana. En 2014 publicó Así empieza lo malo, título premonitorio si lo malo no hubiese empezado ya en 2011 con la decepcionante Los enamoramientos. No hace demasiado tiempo me lo encontré en el vagón silencioso del AVE y se lo dije. Lo que le pasa a mis libros -me respondió- lo provoca tu presbicia.

   

Equipo reconocible

El Obra, como Marías, sigue siendo reconocible pero, sea por las ausencias de Alex Suárez y Beliauskas o los problemas físicos de Hobbs, está lejos de ser el equipo que se intuía.

Pero en esta ocasión encontró el sitio rápido, acierto desde el triple y también dentro con Birutis y Scrubb cuando quedó emparejado con Waczynski.

Zaragoza no sabía si iba o volvía (normal si tenemos en cuenta que los Aragoneses más famosos son de Hortaleza y Pineda de Mar) y mientras el Obra anotaba, Zaragoza hacía faltas. 32-19 al final del primer cuarto, el Obra gustándose y los maños buscándose al ritmo de Bob Mobley & the Wailers.

No sabría decir si el Obra dejó de meter y la defensa de Zaragoza (mucho mejor con los cambios) se vino arriba o si fue al revés, el orden de los factores no altera el producto: al descanso 41-42 y a sufrir que son dos cuartos.

Entre el ligero alivio de que el Obradoiro cogía pequeñas ventajas y, cuando se olvidaban del sigan sigan, los árbitros enfadaban más a Ponsarnau que a Moncho y la enorme preocupación de si moriría antes Birutis por faltas o agotamiento, llegaron los puntos de Hobbs y Ellenson y respiramos, que no es poco.