Gafas de perder de cerca

Miguel Gómez EL ESCÁNER

ANDAR MIUDIÑO

31 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Duele perder. Siempre tiene que perder alguien y a nadie le gusta perder. En cambio, las mejores historias son historias de perdedores. Raymond Poulidor, la Holanda de Cruyff del 74 (más recordada que la del 88 de Gullit y Van Basten), el Barça de Aíto (más carismático que el Barça de Pesic), los Jazz de Stockton y Malone... Hay maneras de perder y hay maneras de encajar la derrota. Tuve un entrenador que lo llevaba tan mal que nos decía que cuando perdíamos se iba a dormir al sofá. ¡Eh, quietos ahí! Es falso que perdiéramos a propósito. Más fundamento tenía el rumor de que la mujer venía a ver los partidos para animar al rival, pero esa es otra historia. Lo cierto es que, muchas veces, las ramas del marcador no nos dejan ver la cancha. No fuera a ser más problema de presbicia que de árboles, esta mañana fui a ponerme gafas.

El partido comenzó igualado pero, mientras Andorra fue capaz de ir ajustando la defensa y minimizar nuestra ventaja en el juego interior (nosotros echamos una mano fallando varios tiros bajo canasta) Obradoiro no era capaz de defender las penetraciones de Jaime Fernández, Albicy y Blazic que finalizaban ellos, asistían para un triple desde la esquina o jugaban a las continuaciones al aro de Stevic tras fintar ir al bloqueo directo.

En la segunda parte el Obra salió defendiendo en match up tras canasta. La buena noticia fue que, aunque Andorra la atacó con facilidad las dos primeras posesiones, terminó atascado; la mala fue que en ataque nos costaba anotar y Thomas se tuvo que ir al banco con tres faltas. Dejar a Andorra en doce puntos en el tercer cuarto solo sirvió para remontar seis. En tres minutos sin anotar del último la desventaja había vuelto a los diez y, mientras el Obra se desesperaba, y ponía cara de desesperación (nueve puntos anotados en todo el cuarto), Jaime Fernández confirmó que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta.

Mañana voy a devolver las gafas.