Alfonso Rivera

Miguel Gómez EL ESCÁNER

ANDAR MIUDIÑO

06 nov 2017 . Actualizado a las 12:13 h.

Los 80 fueron años fáciles. Tenían efectos secundarios, pero entonces no podía sospecharse (o sí, pero esa es otra historia). Cualquiera que supiese tocar tres acordes formaba una banda promovida por el ayuntamiento, cualquiera que hubiese visto de madrugada un partido del mundial de Cali era entrenador de baloncesto.

Tuve la mala suerte de no coincidir con Jimmy Page, pero coincidí con Alfonso Rivera. Nos inculcó la importancia de trabajar la técnica individual y nos «enseñó a enseñar» técnica individual. En los cursos de entrenador desmenuzaba los fundamentos y nos obligaba a hacerlos en la pista. Fuera de los cursos nos enseñaba vídeos de las finalizaciones en bandeja de Solozábal o situaciones de uno contra uno en la NBA. «La ejecución no es perfecta pero el engaño es creíble y, en cuanto el defensor pica, tienen ese cambio de ritmo que lo hace indefendible».

Desarrolló una finta de salida sin mover el pie que los jugadores asimilaron rápido pero los árbitros sancionaban con pasos porque pitaban por rutina. De las últimas veces que pude hablar con él, se preguntaba si sería mejor dar a los jugadores recursos para explotar su mano y pierna buenas en lugar de dedicar tanto tiempo a trabajar su bilateralidad.

Hubiese disfrutado viendo a Radovic mover los pies al poste bajo, a Thomas usar su tren superior para chocar y ganar espacio y el tren inferior para impulsarse y equilibrarse. Hubiese asentido con la cabeza viendo a David Navarro fintar a su izquierda para ganar el uno contra uno a Oleson atacando por su mano y pierna buena. El Obradoiro ganó en Murcia, igual que lo hizo en Fuenlabrada, porque (quién podía imaginarlo en pretemporada) defendió de una manera increíble, pero, sobre todo, Obradoiro ganó en Murcia porque, Moncho, Gonzalo y Víctor también son hijos de Alfonso Rivera. Descanse en paz