Dos atentados suicidas perpetrados contra las fuerzas de seguridad iraquíes y contra peregrinos chiíes causaron 16 muertos y más de 130 heridos ayer al nordeste de Bagdad, al día siguiente del más sangriento ataque realizado en Irak en tres meses.
Este repunte de la violencia ilustra las dificultades de la policía y del Ejército iraquíes para controlar el país cuando falta menos de un año para la retirada de las fuerzas estadounidenses.
En Irak, un nuevo Gobierno pudo ser formado finalmente en diciembre, tras nueve meses de negociaciones, pero los Ministerios estratégicos de Defensa y de Interior siguen sin ser atribuidos. El ataque más mortífero fue cometido en Baquba, cuando un kamikaze al volante de una ambulancia cargada de explosivos embistió la entrada principal de una base de las fuerzas de seguridad.