La explosión demográfica de la República Islámica es tal que cerca de dos tercios de sus 75 millones de habitantes tienen menos de 30 años. Esa juventud alimenta el descontento que, tras la reelección de Ahmadineyad, ha provocado las mayores protestas desde la revolución de 1979 y que la represión no ha logrado acallar en seis meses.
Una vez más, han sido los estudiantes los principales impulsores de la oposición al régimen de los ayatolás. Tal como señaló el propio candidato reformista derrotado Mir Hossein Musavi el pasado domingo, uno de cada veinte iraníes es un universitario. Y las protestas de esta misma semana, en al menos una docena de ciudades de todo Irán, han sido mucho más amplias que las revueltas estudiantiles del verano de 1999.
El renovado activismo en las calles de Irán ha llevado al antiguo presidente Ali Akbar Hashemi Rafsanyaní a señalar que «los jóvenes y la élite se han alejado del régimen». El influyente político, que esta misma semana ha sido puesto en el punto de mira por el fiscal general iraní, también ha criticado al Gobierno por el uso de la Guardia Revolucionaria y la milicia basiyi contra los manifestantes.