Las FARC retroceden hacia la selva y se refugian en Ecuador y Venezuela

María Pérez-Pla

INTERNACIONAL

09 mar 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

En abril del 2002, Colombia se sorprendió con las imágenes difundidas por el Ejército del recién ocupado campamento de Mono Jojoy , alias con el que se conoce al jefe militar de las FARC, José Briceño. Más que un campamento era una verdadera ciudadela.

Doce cabañas para cabecillas, 11 alojamientos de madera con capacidad para 100 personas cada uno, un comedor para 200 personas, almacenes de víveres y armas, y hasta un campo de fútbol fueron encontrados a 12 kilómetros escasos de San Vicente del Caguán, Caquetá, zona desmilitarizada hasta febrero de ese mismo año para llevar a cabo conversaciones de paz.

Las FARC ya no pueden tener este tipo de campamentos. Sin embargo, según fuentes oficiales, siguen contando con asentamientos permanentes, donde buscan refugio de las constantes ofensivas del Ejército. Algunos de estos campamentos se hallan en territorio ecuatoriano y venezolano en las zonas limítrofes, según demostró la operación que dio muerte al cabecilla Raúl Reyes el pasado fin de semana.

En los últimos cinco años, las FARC han pasado de ocupar prácticamente dos terceras partes del territorio nacional, disputándose varias de estas zonas con los desmovilizados paramilitares, a replegarse en los selváticos departamentos del sur.

Mientras el Ministerio de Defensa calcula que las FARC cuentan en este momento con unos 8.000 hombres, analistas y académicos sitúan la cifra entre 12.000 y 17.000 combatientes. La ofensiva contra las FARC no ha sido solo militar y parte de su debilitamiento se debe al programa de desmovilización lanzado por el Gobierno, que acoge y financia a aquellos miembros de la tropa que no estén acusados de crímenes de lesa humanidad. Bajo esta figura, según el Ministerio de Defensa, se han desmovilizado en los últimos 5 años 8.319 miembros del grupo armado, mientras que con los abatidos sumarían unos 10.000.

Reclutamientos

La intensidad con que la población sigue apoyando a las FARC en sus zonas tradicionales de influencia es difícil de determinar. La única fuente para constatar la manera en que reclutan miembros son los testimonios de guerrilleros desmovilizados. La mayoría de los jóvenes aseguran haber ingresado voluntariamente por falta de trabajo, disfuncionalidad de sus hogares o incluso fascinación por las armas, muy distinto a las motivaciones de los más veteranos, que son aparentemente ideológicas.

Según los expertos, al meterse en el negocio de la cocaína y crecer en número, las FARC dejaron de cuidar no solo la formación ideológica de sus jóvenes combatientes, sino también el trato gentil a la población, que ahora obedece más al poder de las armas que al de la razón.

Algunos documentos conocidos de la séptima conferencia de las FARC, que según el Gobierno no se celebró, recogen la recuperación de la ideología y de la afinidad de la población como las mayores preocupaciones.