Cuando uno se apea en Rothley del autobús 127 procedente de Leicester, parece que ha llegado a otro mundo. Se pasa de una ciudad fea, con población asiática, a un reducto «WASP» donde la gente usa el todoterreno para ir a la panadería. Así es el pueblo de los McCann, donde en los cristales del pub ya aparece otro cartel: «Busco a mi gato 'Mix'»
16 sep 2007 . Actualizado a las 12:51 h.El regreso de la familia McCann a su casa de Rothley, con una maleta cargada de dudas sobre la desaparición de Madeleine, ha enfriado el fervor con el que esta población inglesa apoyaba a sus convecinos. Y si a la duda se le acompaña del inevitable circo mediático -docenas de periodistas procedentes de todo el mundo invaden diariamente este pueblo anónimo y desapercibido- es fácil comprender que hayan surgido las primeras fisuras entre los McCann y sus vecinos.
Los habitantes de Rothley, en el condado de Leicestershire, a unos 8 kilómetros de Leicester, es el prototipo de pueblo bonito de la campiña inglesa. Su población está compuesta en su mayoría por individuos blancos, de clase media acomodada y el paro, sencillamente no existe. Los vecinos, como los de todos los demás pueblos ingleses, son fieles guardianes de su privacidad, no ya sólo la de sus hogares, esas casas y cottages que parecen la estampa de una caja de chocolates. También son defensores de la privacidad ante la llegada de foráneos, sobre todo si estos son vocingleros y cargantes, como suele ser por necesidad la labor informativa de campo. En Rothley, si no fuera porque se ven los vehículos aparcados en las puertas de las casas, se pensaría que el pueblo ha sido abandonado por la noche.
El punto central de la localidad es el Cross Green, donde se levanta un monumento a los fallecidos en la Primera y Segunda Guerra Mundial. Allí también se ha colocado un candil que está encendido desde que desapareció Madeleine, en su memoria. Los árboles que circunvalan la placita están decorados con cintas verdes y amarillas y es donde han hecho su campamento base las furgonetas de varias televisiones del mundo, entre ellas las españolas, con sus antenas, focos, cables, micrófonos y periodistas rondando en busca de personajes a quien entrevistar.
Para llegar a la casa de los McCann hay que andar un buen trecho, desde el centro del pueblo, unos diez minutos por la carretera A6, junto a casas unifamiliares de ladrillo, adornadas con cientos de flores y tan cuidadas que parecen los decorados de un musical de Julie Andrews. Si se avanza por la carretera en dirección a Mountsorrel, se pasa por la Rothley Primary School, la escuela de primaria a la que acudía Madeleine y en cuyo patio, presidido por una cruz, juegan sus amigos, ajenos al drama que se vive en el pueblo. Más adelante se llega al cementerio y justo enfrente se levanta la iglesia católica del Sagrado Corazón, la que frecuentan los McCann (son católicos), un edificio singular, pequeño, que ha crecido a la vera de la carretera como si se tratara de un frutal de ladrillo, argamasa y fe. Y a dos minutos de la iglesia se llega a la calle sin salida The Crescent, donde se encuentra The Orchard House, el hogar de los McCann, una casa de ladrillo rojo rodeada por jardines y con un valor en el mercado de unos 800.000 euros. La zona se cotiza por su proximidad a Leicester y por encontrarse, sin embargo, en medio de la bucólica campiña inglesa. La barrera policial compuesta por entre dos y cuatro agentes, hombres y mujeres, impide el paso a medio centenar de fotógrafos, cámaras y periodistas, que esperan la entrada o salida del matrimonio. La vivienda no se ve desde la A-6, pero si se husmea por una calle paralela se puede ver la segunda planta e incluso el parte del jardín, amplio, algo descuidado, con un tobogán verde por el que se deslizaba hasta mayo Madeleine, así como unas mesas de jardín recogidas posiblemente desde que se fueron de vacaciones a Praia da Luz. Y entonces se hace inevitable sentir compasión por los McCann. «Es el sentimiento general en el pueblo», indica John, un irlandés de Dublín que lleva toda la vida en Rothley. Siempre que tiene oportunidad se acerca hasta la casa de los McCann, «pero ya no lo hago con el sentimiento de frustración y pesar que tenía antes, algo ha cambiado dentro de mí y en la mayoría de los vecinos, es que son tantas las dudas, no queremos pensar en ellas, pero están ahí y sería irracional no tenerlas en consideración». John explica que hace poco se programó un concierto en el condado de Leicestershire para recaudar fondos para ayudar a los McCann. Estaba prevista la asistencia de 6.000 personas; pero el día del concierto aparecieron solo seis.
De regreso al centro, la localidad impresiona por la ausencia de personas, de vecinos. Da la impresión de que observan desde sus hogares a través de los visillos sin que nadie se atreva a aventurarse a la calle para evitar ser asaltado por los periodistas allí congregados.