Los dos tocados que conquistaron la cabeza de gallegos y gallegas durante el siglo pasado apenas son usados ya por algunos octogenarios en el medio rural
03 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.La boina, que lo fue todo durante décadas sobre la cabeza de los gallegos, ha desaparecido. Lo ha hecho en la misma medida que la pañoleta con la que las mujeres gallegas se cubrieron el pelo durante casi dos siglos. Ambos tocados apenas si son utilizados ya por algunos octogenarios en el medio rural que todavía defienden su uso. Sus vecinos, mayoritariamente, no han perdido la costumbre de protegerse del sol en las labores del campo, pero desde hace años prefieren algo menos elegante pero mucho más barato y práctico: la gorra publicitaria.
De los percheros de cualquier vivienda rural gallega cuelgan un número indeterminado de gorras que se usan en invierno y en verano, algunas severamente desteñidas a causa de incontables lavados. Un vecino de Brañas Verdes, en Camariñas, ofrece sobre el fenómeno una clave simple pero incontestable: «Se te agachas, non se caen». -¿Y la boina? -Xa non as hai a vender. Manuel, que tiene 71 años, asegura que, en tiempos, cuando el pueblo era grande, todos llevaban boina, que las vendían en la feria de Camariñas. Pero, poco a poco, se pasaron de moda y desaparecieron. Ahora, Manuel va con su gorra de visera anunciando un fertilizante. «Non valen para nada», dice de las gorras, pero la que calza ha pasado sin duda decenas de veces por la lavadora. Los etnógrafos y estudiosos de la cultura popular le dan poco valor a la boina, una prenda que llegó a Galicia en el siglo XX y cuyo uso era característico de todo el norte de España. O pano, la pañoleta, sí tiene una mayor raigambre y una rica tradición en sus usos y significados. Forma parte de la mayoría de los trajes tradicionales del país y su uso se popularizó en toda Galicia a partir de mediados del siglo XVIII, sustituyendo a la cofia.
«Corenta anos co pano»
En el mismo pueblo que Manuel vive Lucita, una viuda de 78 años que sí se cubre con el pano tradicional. Lo ha hecho durante casi toda su vida. Siempre por el luto. Por sus tíos, sus padres...: «Cando morreu meu fillo con dezasete anos, dixen que xa non o quitaba máis». Explica cómo se trenzaba una larga melena para recogerla en el pañuelo, siempre negro. Melania, su prima que vive unas casas más abajo, es la otra vecina que sigue calzándose o pano tradicional. Cuenta que nunca lo llevó hasta que falleció su marido, hace siete años.
En general, el escaso uso que todavía se hace en Galicia de esta pañoleta está vinculado al luto y ha perdido la mayoría de sus significados. Ni el componente religioso que está en su origen profundo, ni los modos sociales que le dieron una rica tradición de códigos a través de colores y formas de anudarlos son apenas recordados por las mujeres que aún usan la pañoleta. «Había tamén unha razón práctica para o seu uso -recuerda el investigador lucense Isidoro Rodríguez-, cando as mulleres ían traballar ao campo e cargaban cestos na cabeza». Esa vertiente práctica, como en el caso de la boina, ha sido colmada por las gorras de visera, otra de cuyas ventajas es su uso indistinto entre hombres y mujeres. José Cortizo, especialista de la Universidade de Vigo en historia del traje tradicional gallego y profesor de la Escuela Superior de Moda, considera que la pérdida progresiva en la utilización de la pañoleta ha ido de la mano del proceso de liberación de la mujer. Y hace otro apunte sobre el masivo uso de las gorras de visera: «Hay un dicho popular que suele dar resultado: dime cómo vistes y te diré cómo eres». En ese sentido, conviene el profesor, la falta de elegancia que suponen las modernas gorras de visera no estarían muy lejos del fenómeno del feísmo arquitectónico, por ejemplo. En Brañas Verdes hay poca gente. La mayor parte está en ese momento participando de un entierro que se celebra en una parroquia cercana. Allí más de cien personas permanecen bajo el sol. Pocas se cubren la cabeza. Solo hay una boina: «Non, dentro da igrexa hai outro veciño que a leva», explica Francisco, de 85 octubres, como él dice: «Non podo saír da casa sen ela. E xa me roubou moitas o vento e tirounas ao mar. Pero eu non podo estar sin ela». -¿Y no tiene gorras? -Teño, home teño, pero non as poño porque son moi feas.