A estas horas, Isabel García está ya en casa. Después de pasar unos días con unas amigas en Roma, el viaje de vuelta a Santiago se convirtió en un infierno. El lunes, ella fue uno de los cientos de gallegos que veía con perplejidad cómo era imposible salir de la capital italiana con destino a España, después de que un aterrizaje forzoso obligase a cerrar el aeropuerto de Ciampino y los trabajadores de Alitalia comenzasen una huelga en Fiumicino que finalmente se prolongó durante 48 horas. Ayer, hacia las 15.00 horas, consiguió montarse en un avión con sus cuatro compañeras con destino a Oporto.
«Pasamos la noche en el hotel que buscó Ryanair y conseguimos un billete con la compañía TAP Air Portugal para Oporto». Hacia las 17.00 horas (18.00 horas en España), aterrizaban en el aeropuerto Francisco Sá Carneiro, después de dos días de incertidumbre. «Primero conseguimos plaza en el vuelo que Ryanair tenía programado para ayer a las 13.00 horas con destino Madrid». Una vez allí, tendrían que buscar otro medio de transporte para regresar a Compostela. «Ni siquiera firmamos nada. Estábamos al principio de la cola y anotaron nuestros nombres. Después nos garantizaron que al día siguiente tendríamos un asiento en el avión de Ryanair que volaba hacia Madrid». Sin embargo, las cosas se torcieron. «Al final, ese vuelo también fue cancelado, porque Ciampino seguía cerrado». Y vuelta a empezar. Después de buscar desesperadamente una conexión aérea que las acercase a la capital de Galicia, consiguieron plaza en el avión que se dirigía a Oporto. «Pagamos cada una 200 euros por ese billete», relata esta compostelana mientras se dirige por carretera hacia Santiago.
Y es que tuvo la suerte de que alguien fuese a recogerla, junto a sus amigas, al Sá Carneiro. «Al llegar, intentamos alquilar un coche para volver, pero al ser cinco solo podíamos hacernos con un monovolumen y el presupuesto que nos daban era de 800 euros».
«Una tomadura de pelo»
Hoy, las cinco amigas se dirigirán al mostrador que la compañía de bajo coste Ryanair tiene en el aeropuerto de Lavacolla para cursar la reclamación. «En Fiumicino ni siquiera lo intentamos, porque había colas interminables». Además, cursarán una queja por vía judicial, aunque «la compañía no va a querer hacerse cargo del pago del billete de otra compañía ni de broma». García asegura que «lo de Ryanair es una tomadura de pelo» y que desde el primer momento la compañía les dijo que no iba a poder enviar a casa a los 700 españoles que quedaron bloqueados en Ciampino después de cerrar el aeródromo. «Se les fue de las manos», sentencia Isabel.