La «zona cero» de la ola de incendios del 2006 pelea por renacer tras 24 meses en las cenizas. Para ello, se necesita trabajo y voluntad. La naturaleza hace el resto
11 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Día 4 de agosto del 2006. La sequía y el viento del Nordeste encienden las primeras llamas en algún lugar en los montes de Pontevedra. Horas después, el fuego avanza imparable por los pinares y eucaliptales de la provincia. Sube hasta Ourense y se adentra hacia Santiago. Los servicios de extinción y los voluntarios apenas pueden contener las llamas, que vuelven a rebrotar al paso de las brigadas contraincendios.
La crisis se prolonga durante diez días. El humo comienza a disiparse y deja a la vista las consecuencias. Casas quemadas y cientos de viviendas asediadas por el fuego, carreteras cortadas, reses y caballos carbonizados, 82.418 hectáreas de monte arrasadas, y la trágica muerte de cuatro personas a consecuencia de las llamas.
Pontevedra fue la provincia más castigada, y Cotobade, su zona cero . Ardieron 7.000 de las 9.000 hectáreas arboladas del municipio, y dos mujeres perdieron la vida, atrapadas en su coche cuando viajaban por la antigua carretera de Ourense.
Dos años después, una corona en el arcén de la N-541 recuerda a Celia Golmar, de 75 años, y Marisa Castro, de 50. Madre e hija, «víctimas de un incendio forestal». Arriba, en el monte, las astas de los árboles quemados sobresalen sobre el verde pálido de los brotes de eucalipto.
Tras veinticuatro meses, la mayoría de la superficie arrasada en Cotobade permanece rala; la falta de vegetación ha destapado grandes rocas de granito en las cimas, aunque el negro de las cenizas ha sido sustituido por el verde de la hierba y el tojo. La capacidad de regeneración del monte gallego es inmensa, pero ella sola no basta. «Para rexenerar o monte o que fai falta é vontade», dice categóricamente Emilio Iglesias, ex secretario de la comunidad de montes de la parroquia de Viascón y concejal del BNG en el municipio.
Iglesias repasa con la cabeza, y recuerda que apenas un puñado de comunidades de las 16 que gestionan los bosques de Cotobade solicitaron ayudas de la Xunta. «A Administración tiña vontade e fondos -añade-, pero non os comuneros. Proxectouse unha fábrica de pellets, dun millón de euros, subvencionada ao 60% pola Xunta; cada comunidade tiña que pór 40.000 euros, e ao final non se fixo».
Labores de regeneración
Las comunidades de montes más activas, según dice Iglesias, son las de Viascón, San Xurxo, Santa María y Carballedo. Todas han participado de distintas manera en alguno de los programas de la Administración; ya sea brigadas de desbroce para el verano, creación de cortafuegos naturales, limpieza de arbolado o construcción de depósitos de agua para los servicios de extinción.
En Viascón se han destinado 44 hectáreas para pastizales, que sirven para romper la continuidad de las llamas. El proyecto se pondrá en marcha también en la parroquia de San Xurxo en octubre. Se han retirado un total de 140 hectáreas de arbolado quemado, y se ha sustituido el eucalipto y el pino por especies frondosas en las inmediaciones de los núcleos de población para evitar que se acerquen las llamas a las casas y se repita la tragedia, dos años después.