El caso de Vigo no es el primero de características semejantes en Galicia. Una mujer de Pontevedra denunció el pasado marzo ante la Policía Nacional la desaparición de su padre, Celestino Rodríguez. El anciano, de 83 años, vivía solo en un inmueble de la capital del Lérez. La hija se alarmó al intentar comunicarse con él a través del teléfono y no recibir contestación. De ahí que se acercara hasta la vivienda de su progenitor, pero no obtuvo respuesta a sus continuas llamadas.
Los agentes se personaron en la vivienda acompañados de los bomberos, que lograron introducirse en el piso a través de una ventana, aunque sin encontrar rastro alguno del hombre. La hija aseguró que la policía se había puesto en contacto con los hospitales de la zona sin obtener fruto alguno. La explicación es la siguiente: Celestino no se encontraba en su casa ya que esa semana había sufrido una caída en la que se había fracturado la cadera. Ingresó en el Hospital de Montecelo para después ser derivado al Hospital Domínguez. En este centro sanitario fue intervenido de la cadera dañada sin sospechar el personal médico que su hija lo buscaba. Incluso el propio anciano firmó su consentimiento para pasar por quirófano, aunque en el parte no se incluía la firma de ningún familiar. Su periplo hospitalario se prolongó al ser desplazado para su recuperación, al carecer de apoyos familiares, al sanatorio La Merced, del vecino municipio de Poio.
Localizado por una foto
Los agentes se pusieron manos a la obra y facilitaron una fotografía del octogenario desaparecido, imagen que llegó hasta una trabajadora de La Merced. La telefonista del centro, muy sorprendida al reconocer al paciente, contactó inmediatamente con los interesados. La hija se desplazó hasta el sanatorio de Poio para acompañar al perdido anciano en su rehabilitación. Una historia de nervios, movilización y tintes casi surrealistas pero con un final feliz.