En la oscuridad de la sala de cine, un aficionado barcelonista correteó por las escaleras. Se arrodilló. Gritó: «¡Gol! ¡Gol! ¡Gol!». Después, tranquilamente, regresó a su butaca. Y siguió viendo el Barça-Madrid, el primer clásico que ha llegado a la gran pantalla.
Ni la ebullición de un bar. Ni el protocolo de un palco. Los espectadores que presenciaron el encuentro en los cines Yelmo de Espacio Coruña vivieron el duelo con pasión, pero con mesura. Quizás atados por el ritual de las proyecciones fílmicas.
Esa rutina extrapolada del celuloide al cine empezó por las palomitas. Armados con ellas, llegaron a la sala aficionados de todas las edades, con más bufandas y camisetas barcelonistas que merengues. Al toparse con Messi y Cristiano Ronaldo calentando en 73 metros cuadrados de pantalla, a alguno de le escapaba un «¡Qué grande!». Porque los entrenamientos de los equipos previos al partido sustituyeron a los trailers que sirven de aperitivo antes de una película. «Se ven hasta las espinillas de los jugadores», dice orgulloso José Manuel Mesías, director regional de Yelmo.
Las entradas, a ocho euros. Seis para los grupos y para los socios del Real Madrid. La sala, con aforo para 235 personas, no está completamente llena, porque un paquete de entradas había sido distribuida entre integrantes del centro comercial. Pero ayer era imposible comprar papel en A Coruña y Vigo. Ende Compostela el clásico también llegó al cine.
En A Coruña, al comenzar, los responsables subieron el volumen. Es el sonido ambiente del Camp Nou. El rugido del feudo azulgrana. Sin comentarios. Una sorpresa para algunos. «Yo pensaba que había comentaristas. Pero la verdad es que podemos escuchar hasta al speaker del campo», dice una madridista. Otros, no muchos, optaron por el transistor y los auriculares.
Como en la proyección de un film , se apagaron las luces y desaparecieron los teléfonos móviles. Pero los aplausos de unos y otros fueron rompiendo el silencio. Y comenzaron a asomar comentarios sobre el árbitro. Se alzaron manos hacia el cielo para protestar un fuera de juego, la falta fingida de Alves o el gesto de Cristiano Ronaldo.
En el descanso, se encendieron las luces. Muchos aprovecharon para estirar las piernas y comentar la primera parte. «Perdonó el Madrid», se escuchaba.
En el segundo tiempo subió la tensión. Gran parte del público se levantó de sus asientos para lamentar la gran ocasión que desperdició Cristiano Ronaldo en la segunda parte. Pero la apoteosis llegó con el gol de Ibrahimovic. Los culés se alzaron para celebrarlo durante unos instantes. Los merengues se hundieron en sus butacas. Todos unieron más tarde en sus abucheos, cuando la señal se perdió durante tres segundos en plena jugada de Messi. También había pasado en televisión.
«Me gustó mucho. Ves los movimientos de los jugadores», comentaron al final un grupo de señores. «Igual vuelvo si echan el Dépor-Barça», dijo un joven culé. Puede que el gran fútbol se quede en la pantalla grande.