Los jugadores se olvidaron del manual de posesión y toque de Eusebio en una primera parte indolente
VIGO
Al Celta hay que calificarlo ayer fundamentalmente por lo que hizo hasta que el Albacete se quedó con uno menos. A partir de ahí mejoró ostensiblemente, surgieron a relucir todas las virtudes que estaban escondidas durante la primera mitad, y llegaron las ocasiones que convirtieron a los celestes en merecedores de la victoria, pero todo eso es engañoso, porque el partido se puso muy de cara, y al final lo único cierto es que el equipo vigués lleva once partidos sin ganar, cuatro de ellos con Eusebio en el banquillo.
Pero la primera parte de ayer, que es la que mejor define el estado en el que vive el conjunto céltico, fue bochornosa. Probablemente lo peor de toda la temporada.
El Celta fue un equipo infiel a sí mismo y a los principios que pregona Eusebio Sacristán. El equipo se olvidó de tocar la pelota, eje fundamental que predica el técnico de La Seca. La ansiedad empieza a hacer acto de presencia y surgen las prisas por llegar cuanto antes a la portería contraria. Sin elaboración. Y así es muy complicado.
Incluso el jugador que debería ser el abanderado del fútbol control celeste, Roberto Trashorras, parecía ayer cualquier otro con su careta, porque ese último pase en el que suele ser letal lo dio repetidamente como si de cualquier tuercebotas se tratase.
Cambio de actitud
Lo más reprochable a los jugadores es la actitud que mostraron en el primer tiempo. Tras el descanso cambió totalmente y se apreció que los célticos imprimieron otra marcha, otro ritmo, otra intensidad, de la carecieron completamente antes del descanso.
La mejor muestra es que los locales llegaban tarde a todos los balones divididos y los jugadores de mediocampo no se ofrecían para iniciar las jugadas.