Mucha intensidad, alternativas en el marcador, demasiadas imprecisiones y emoción hasta el último segundo. Así se escribió la historia de un derbi que acabó, contra pronóstico, con victoria local.
El encuentro comenzó con un Nana Harding muy inspirado, que regaló una asistencia a Montañana y puso el 4-0 después de robar el balón e irse solo a canasta. Contestó Dani López con cinco puntos consecutivos y a partir de ahí el partido se fue haciendo más áspero a medida que pasaban los minutos.
Los dos equipos optaron por una defensa individual sin concesiones. Y mientras César Iglesias sorprendía ubicando en algunas fases a Nana Harding como alero, además de multiplicar las rotaciones para mantener la intensidad, Paco García espaciaba más los cambios.
Guión inesperado
Lo cierto es que en esos primeros veinte minutos el partido no se ajustó a ningún guión previsto. Cusworth no marcaba las diferencias, Dedas tenía el fusil encasquillado, el Rosalía no podía correr y se sostenía a menudo en su fiereza para cargar el rebote ofensivo, y el Breogán no conseguía imponer su baloncesto más industrial. Todo resultaba demasiado atropellado y se vieron acciones inexplicables, como un error de Harding solo debajo del aro o un saque de banda de Dani López que se fue al brazo articulado de la canasta.
Y si la intensidad en la pista se palpaba, no era menos la de los entrenadores. César Iglesias se desesperaba pidiendo faltas personales bajo el aro lucense. Y más cuando los árbitros pasaron por alto un agarrón de Uriz sobre Taylor, que continuó la acción y anotó canasta. Paco García reclamó pasos media docena de veces.
Espejismo tras el descanso
El tercer cuarto arrancó con otro ritmo y con más fluidez ofensiva. Por vez primera hubo intercambio de canastas y en esa dinámica salió ganando el Breogán, que abrió una brecha de cinco puntos. Pero enseguida volvió el baloncesto trabado y no exento de polémicas. Ahora era el Breogán el que se quejaba de que le pitaban demasiadas faltas, sobre todo en la cuarta de Morentin. Y empató el Rosalía.
En ese momento Dani López asumió el mando y abanderó otro despegue lucense, esta vez más contundente. El conjunto local no encontraba posiciones cómodas y dejó de producir. Los visitantes tampoco estaban muy lúcidos en ataque, pero iban sumando a borbotones. Con 32-39 César Iglesias pidió tiempo muerto y su equipo respondió con un parcial 7-2 para cerrar el cuarto con un apretado 39-41.
El último cuarto fue más de lo mismo, pero se decidió en un tramo final desastroso de los lucenses, a los que les salió todo al revés. Incluso con 57-52, Corbacho tiró a fallar desde la línea de personal, para tratar de forzar el rebote ofensivo, y la pelota acabó en la red. El Rosalía, en cambio, controló mejor las pulsaciones y sentenció.
El discurrir de esos diez últimos minutos se fue reflejando en los gestos de los dos entrenadores. César Iglesias no dejó de bracear, pedir defensa y dar indicaciones. Paco García elevaba las manos al cielo y acabó con ellas en los bolsillos, viendo como se le escapaba un partido que pudo caer para cualquier lado.