«Ven moita xente a pedir bocadillos, é o que máis preocupa»

Rodri García A CORUÑA/LA VOZ.

A CORUÑA

El párroco de San Pío X celebra sus bodas de oro sacerdotales y evoca su estancia en Chile, donde jugaba al fútbol.

06 sep 2010 . Actualizado a las 12:24 h.

Conserva un cierto acento sudamericano con giros que emplea incluso cuando celebra misa y dice «el Señor esté con ustedes», aunque luego se pase al gallego para decir: «Os párrocos temos días bonitos, os das vodas e bautizos, e outros tristes como os funerais e, sobre todo, ao ver as necesidades que ten a xente». Guillermo Eirís Cabeza celebra hoy sus bodas de oro sacerdotales. El párroco de San Pío X y San Roque lleva 38 años en la iglesia de las Esclavas y su acento sudamericano está motivado por los once años que pasó en Chile, país al que se marchó en 1961, al año siguiente de ser ordenado sacerdote en Santiago por el entonces cardenal Quiroga Palacios. La de Chile fue una época intensa, con vivencias como pasar un mes al año con los soldados en los Andes en lugares «con tres metros de neve», toda una experiencia para alguien que nunca había visto un esquí delante. «Foi unha etapa bonita aquela», recuerda este sacerdote al que le preocupan especialmente las personas necesitadas que se presentan en el despacho de la parroquia: «Ven moita xente a pedir bocadillos, outros piden axuda para viaxes e as veces veñen parellas novas que non teñen nin para pagar as medicinas dos nenos; é o que más preocupa agora».

Si de los pobres o marginados podría estar hablando mucho tiempo, Guillermo Eirís muestra un especial cariño por Chile, y recuerda cuando allí jugaba al fútbol: «O bispo enterouse un día de que xogara un partido e díxome por que non fichaba por un equipo; non éramos bos, pero divertiámonos e falábamos de moitas cousas». Centrocampista en un principio y más tarde un defensa expeditivo eran sus puestos, una experiencia de la que guarda gratos recuerdos como cuando volvió por segunda vez a Chile: Habían pasado más de 30 años desde que dejara el fútbol y un veinteañero le paró por la calle para decirle: «Usted es don Guillermo». Tras preguntarle cómo lo había conocido el joven le contó que por su foto que, junto con las del resto del equipo, estaban colgadas en las dependencias del club en el que había militado. De todos modos, de aquellos años de jugador de fútbol, conserva también recuerdos duros como cuando tuvo que asistir al sepelio de ocho de los integrantes de aquel equipo de fútbol fallecidos en un accidente de autobús.

También él sufrió un accidente, que le dejó «dous meses inmobilizado e con moita dor»; en ese estado lo encontró un atracador «que entrou na casa de retiro na que me recuperaba, e ao verme de pé facéndolle fronte, lanzoume un coitelo, pero deume e tamén fixo ademán de sacar unha pistola. Lanceille un obxecto de adorno e puiden impedir que me fixese máis dano», relata. Aquel lanzamiento parecía evocar los que hacía cuando jugaba al balonmano en Santiago, un deporte en el que sus manos generosas y su habilidad le permitían algún truco que otro, confiesa entre risas.

Con sus 75 años recién cumplidos, continua atendiendo a los feligreses de su parroquia de los que asegura que son muy generosos en las colectas para los necesitados «ás veces, incluso dan máis do que poden, porque a maioría son xubilados».