La Voz de la Salud

¿Hay que ducharse todos los días?, ¿cada cuánto se cambian las sábanas?: respondemos a las dudas frecuentes sobre higiene

Vida saludable

Laura Miyara La Voz de la Salud
El lavado de manos debe durar como mínimo 20 segundos.

Desde el lavado de manos hasta el enjuague bucal, reforzar las medidas de higiene es crucial en esta época del año para prevenir la propagación de virus y otros patógenos

22 Nov 2023. Actualizado a las 17:27 h.

Las enfermedades infecciosas son las protagonistas de los meses fríos del año. Con las bajas temperaturas, tendemos a pasar más tiempo encerrados en estancias que no siempre tienen una ventilación eficaz. A esto se suma el hecho de que muchos virus, como los causantes del resfriado, pueden entrar al cuerpo con mayor facilidad gracias al frío: los pequeños pelitos en el interior de la nariz, que protegen esa vía de ingreso al organismo, tienen más dificultades para activarse en estas condiciones de temperatura.

Por eso, reforzar las medidas de higiene es fundamental en esta época del año. No solo a nivel corporal, sino también en el hogar: algo tan sencillo como lavar las sábanas y las toallas con una frecuencia adecuada puede evitar distintos problemas. Te contamos todo lo que tienes que saber y respondemos a las dudas más frecuentes sobre estos temas.

Las manos

Empecemos por el principio. A la hora de recomendar una medida eficaz para prevenir la propagación de virus, bacterias y otros patógenos, los expertos coinciden en que una higiene de manos correcta marca la diferencia. Tanto es así que, en el siglo XIX, cuando el médico húngaro Ignaz Semmelweis impuso el lavado de manos a todos los profesionales que atendieran a las mujeres durante el parto en el hospital de Viena en el que trabajaba, las muertes maternas en esa unidad bajaron del 18 % al 2 % (y, posteriormente, al 1 % cuando el hospital empezó a esterilizar las herramientas médicas). En otras palabras, todos conocemos la importancia de la higiene de manos. Pero ¿lo hacemos correctamente?

Para que el lavado sea efectivo, debe durar, como mínimo, 20 segundos o, lo que es lo mimo, aproximadamente el tiempo que dura la canción Cumpleaños feliz. Lo ideal es utilizar agua y jabón, ya que los geles hidroalcohólicos no han demostrado la misma capacidad que estas herramientas de toda la vida para eliminar los patógenos. Se debe frotar las palmas de las manos, los dorsos y todos los dedos. Al finalizar, lo mejor es, de ser posible, cerrar el grifo con el codo.

Si se está en una situación en la que solo se cuenta con gel hidroalcohólico, se puede seguir el mismo procedimiento, frotando durante 20 o 30 segundos hasta que el producto se evapore.

¿Cada cuánto debemos lavarnos las manos? En realidad, lo más adecuado es tener presente cuándo es necesario hacerlo. Hay momentos clave del día a día que no podemos dejar pasar sin higienizar las manos:

Los dientes

El cepillado es esencial para mantener sano el esmalte dental, evitando que queden restos de alimentos y se generen ácidos, provocando caries. No es ningún secreto la recomendación de lavarse los dientes tres veces al día, pero lo que quizás no sepas es que conviene hacerlo menos de 20 minutos después de cada comida. A partir de esos 20 minutos, se forma la placa, una sustancia pegajosa que está compuesta por restos de comida, bacterias, ácidos y saliva, que es muy difícil de retirar con el cepillado. Si no se la retira a tiempo, la placa se va acumulando y se calcifica, formando sarro e inflamando las encías.

Antes del cepillado, se debe pasar hilo dental entre las piezas. También puedes utilizar un enjuague bucal, moviendo con fuerza el producto por toda la boca durante unos treinta segundos antes de escupirlo. Estos primeros pasos sirven para aflojar los restos de comida que puedan estar adheridos a los dientes.

A continuación, se pasa el cepillo por todas las caras de la dentadura, haciendo movimientos circulares, como si se quisiera «barrer» desde la encía hacia afuera. El cepillado tiene que durar unos dos o tres minutos y no debemos olvidarnos de la lengua, que es la parte de la boca en la que más bacterias se acumulan. Hay que limpiarla barriendo con el cepillo de atrás hacia adelante para arrastrar los restos de comida. 

¿Cómo elegir los elementos para el cepillado? A la hora de escoger entre cepillo de dientes eléctrico o manual, el primero es la mejor opción, como explica la odontopediatra Carla Carolina. De todos modos, aclara, «un cepillo manual sencillo en buenas condiciones, combinado con una correcta técnica de cepillado, es suficiente para mantener la boca impecable». El cepillo se debe cambiar cada tres meses como mínimo, pero la frecuencia puede aumentar según la fuerza que apliquemos al usarlo. Si las cerdas están abiertas, es hora de estrenar otro. «También es importante que esté limpio, y no se debe poner el cabezal de plástico, sino dejarlo secar al aire, lo más alejado del váter posible, en una zona seca y ventilada», apunta Carolina.

En cuanto a la pasta de dientes, el flúor es el ingrediente más importante de la fórmula, ya que ayuda a remineralizar el esmalte cerrando los huecos abiertos por las bacterias. Como explica la química América Valenzuela, «los dientes que han recibido flúor son más redondeados y con surcos más suaves que favorecen la eliminación correcta de la película bacteriana. Además, el flúor frena la actividad de las bacterias e incluso mata algunos tipos sensibles al compuesto». Se debe usar una cantidad de pasta similar al tamaño de un garbanzo.

¿Y si has comido fuera y no tienes el cepillo? Enjuágate con agua y masca chicle sin azúcar para retirar los restos de alimentos.

La ducha

La ducha es mucho más que higiene personal. Es un momento de tranquilidad en el que el agua a una temperatura agradable induce un estado similar al meditativo. Es por eso que se suele decir que las mejores ideas aparecen durante esta rutina cotidiana. Incluso, muchos encuentran en ella el momento perfecto para reflexionar y decidir cómo resolver un problema.

Pero lo cierto es que, salvo que haya motivos específicos para hacerlo, no es necesario ducharse a diario. Así lo manifiesta un estudio del año 2021 de la Universidad de Harvard. Según los investigadores, la ducha diaria tiene más que ver con cuestiones culturales que con salud y, de hecho, podría aumentar el riesgo de irritación cutánea o, como mínimo, sequedad y alteración del pH y de sebo del cuerpo. Los expertos señalan en este sentido que la frecuencia ideal, a nivel general, está en torno a las dos o tres veces por semana. En todo caso, se debe evitar especialmente hacer más de una ducha en el mismo día.

Sin embargo, como explicamos, el ritual de ducharse funciona como un potente elemento de anclaje emocional, lo que significa que hacerlo puede ayudar a regular la ansiedad y el estrés. «Al final, darnos una ducha siempre que no lo hagamos corriendo, sino de forma pausada, consciente, no deja de ser dedicarnos un tiempo de autocuidado, dedicarnos un tiempo para nosotros. A nivel de salud mental y emocional, por supuesto que tiene beneficios», confirma María Ros, psicóloga especialista en ansiedad, autoestima, gestión emocional y trauma.

Para aprovecharla al máximo, lo mejor es seguir las recomendaciones de la OMS para una correcta ducha. El organismo recomienda una duración no mayor a 5 minutos y evitando frotar la piel en exceso. Sobre todo, se debe evitar el uso de esponjas u otros productos agresivos para el lavado del cuerpo. Hay que tener en cuenta que, según datos de la Academia Española de Dermatología y Venereología, la piel pierde cerca de un 25 % de su hidratación natural durante la ducha.

El mejor jabón para mantener limpia la piel es uno neutro y sin perfume. Se busca un producto que tenga un pH similar al de la piel, ya que esto permitirá preservar su función de barrera.

En cuanto al agua, debe estar a una temperatura tibia, similar a la del cuerpo. Una ducha excesivamente caliente puede ser más agresiva para la piel y además, se dilatan los vasos sanguíneos. El agua fría, aunque puede resultar incómoda, es beneficiosa para la circulación y reduce la inflamación y la fatiga muscular. La baja temperatura también puede ser útil para las varices o piernas cansadas, proporcionando una sensación de alivio.

Toallas y sábanas

Si pusiésemos las sábanas de nuestra cama bajo un microscopio, podríamos ver la cantidad de organismos que habitan en ellas: ácaros, hongos y bacterias que pueden causar problemas en la piel. Por eso, es importante acordarse de cambiarlas con frecuencia, así como ventilar la habitación.

«Todos los seres vivos tenemos una microbiota que es esencial para nuestra vida. Esos microorganismos que están conviviendo con nosotros mismos, lógicamente por el tema de contacto, van a pasar de la piel y de las mucosas hacia la ropa o las sábanas, de manera natural. Además, estos producen reacciones bioquímicas y van a liberar una serie de metabolitos que, en parte, también van a estar implicados en el olor corporal, de tal manera que todo ese material también se transferirá a la ropa de la cama», explica Dolo Vidal, miembro del grupo de Docencia y difusión de la Sociedad Española de Microbiología (SEM).

Las toallas se llevan otro tanto de responsabilidad, sobre todo si cometemos el error de compartirlas. Esta práctica está vetada en entornos sanitarios, dado que, como señala Vidal, «es una tela que lo que hace es arrastrar. Cuando nos lavamos las manos, si no hemos hecho bien el enjabonado y no hubo el necesario arrastre físico para eliminar toda la suciedad que puede haber en ellas, esos restos de las cosas que hemos tocado pasan directamente a la toalla».

Entonces, ¿cada cuánto debemos lavarlas? Una vez a la semana o, como máximo, cada quince días es suficiente para las sábanas, aunque puede ser recomendable aumentar incluso más esta frecuencia en el caso de las fundas de almohada. Estas reciben el sudor de la cabeza y quedan impregnadas del sebo facial, lo que puede favorecer la aparición de granitos.

Hay que tener presente que los colchones también necesitan ciertos cuidados: lavar la funda, aspirarlo, utilizar algún tipo de producto de limpieza en seco o darles la vuelta. «No hace falta lavar la funda del colchón con tanta frecuencia como la ropa de cama, pero sí una vez al mes, por ejemplo», considera Vidal.

También es importante ventilar la habitación a diario, deshaciendo la cama y separando todas las almohadas antes de abrir la ventana y dejarla abierta durante unos minutos para promover el intercambio de aire.

En cuanto a las toallas, dado que su función es absorber humedad, el riesgo de que proliferen hongos es mayor, por lo que cambiarlas cada cuatro o cinco días es clave en el caso de las toallas de manos. Si se encuentran muy húmedas, es importante airearlas al sol, ya que esto ayudará a eliminar microorganismos.


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