Diecisiete perros y una voluntaria

L.Míguez PONTEAREAS/LA VOZ.

AS NEVES

Patricia acoge en su casa los cachorros que llegan al masificado refugio de Ponteareas. Llegan con días y algunos pueden pasar meses esperando un nuevo hogar de acogida

24 jun 2010 . Actualizado a las 16:45 h.

Tiene el hocico blanco y el lomo con machas castañas. Olisquea todo porque la vida es nueva. Llegó a ella hace pocos días en As Neves, pero la dueña de su madre no podía hacerse cargo de él y sus cinco hermanos. Ahora todos viajan en una caja camino de ninguna parte esperando un hogar. La parada en casa de Patricia Carrera es solo de unas horas, allí ya no hay sitio para acoger más cachorros. «Nas instalacións do refuxio non se poden quedar, necesitan máis coidados e non hai espazo para eles. Así que veñen aquí e quedan mentres esperan un fogar. Adóptanse moitos, uns doce ou catorce ao mes, pero sempre chegan mais», recuerda esta joven voluntaria, que desde hace un años colabora con Animais sen Fronteiras.

Los huérfanos ladradores de la comarca llegan normalmente sucios y hambrientos a casa de Patricia, donde reciben mimos y, si es necesario, biberones. Allí esperan por las gestiones de la protectora para encontrar un nuevo hogar. El problema es que, una vez que crecen, resulta para ellos cada vez más complicado lograrlo.

Mientras van cumpliendo meses se reparten el terreno de la vivienda, situada en la parroquia de San Mateo de Oliveira. Ahora hay diecisiete, aunque llegaron a estar más de veinte, contando alguna caja llena de pequeños hocicos peleando por una caricia. «Meus só son catro gatos e dous cans. Os demais van e veñen. As peores épocas son cando remata a tempada de caza e no verán. Moitas familias que levan cachorros para os nenos non saben que facer cando marchan de vacacións», asegura esta joven, que comparte vivienda con su marido, que «sufre» su pasión por los animales.

Tanto es el cariño, que en solo un mes fue capaz de aprenderse los nombres los más de cien animales que se encuentran en el edificio de A Picaraña. Una costumbre que se extiende entre todos los que regalan sus horas para el cuidado de los perros. «Ahora la situación está peor, nos han reducido el espacio a 800 metros y en cualquier momento nos pueden echar de allí», recuerda otra de las voluntarias, que se lleva la nueva caja de cachorros camino de otra casa de acogida temporal.

Los pequeños son el atractivo de los diecisiete huéspedes de Patricia. Los mayores no dudan en acercarse a saludar y algún inquieto, como el castaño Ton , consigue colarse bajo una de las verjas del terreno para oler a los recién llegados. «Cada vez que hai algunha persona ou can novo alporízanse todos. Están desexando ter un fogar e piden atención. A maioría son cruces, pero hai algún de raza», apunta Patricia, en referencia a un cariñoso bóxer que fue recogido casi sin pelos y lleno de bichos. Así llegan la mayoría, con sarna, luciendo esqueleto y acompañados de alguna infección o plaga contra la que hay que luchar solo con los donativos y fondos de los colaboradores. En el camino hacia unos dueños recuperan peso, confianza en los humanos y obediencia: unos silbidos de Patricia y se forman hileras de pezuñas dispuestas para entrar de nuevo en los huecos. «O ideal é que estiveran ceibes, pero non podo facelo con tantos», asegura cargada de ilusión.