1694 , primera ley contra el botellón

VIGO

10 jul 2009 . Actualizado a las 11:39 h.

El pasado 31 de marzo, el concello aprobaba la ordenanza anti-botellón, que prohíbe estas fiestas nocturnas juveniles en varias zonas de la ciudad, bajo amenaza de multas de entre 300 y 3.000 euros.

«Por fin, la ciudad tiene la normativa que los vigueses estaban demandando», manifestó satisfecho el alcalde. Sin embargo, lo que ignora Abel Caballero es que la norma no es una novedad. De hecho, ya se redactó una similar, aunque fechada más de tres siglos atrás.

La primera ley contra el botellón fue aprobada en Bouzas en 1694.

Por entonces, a finales del siglo XVIII, eran frecuentes las fiestas nocturnas, con consumo de alcohol en la vía pública y otras actividades que tenían escandalizada a la buena sociedad y, en especial, a la Iglesia.

La situación llegó a oídos del Obispado de Tui, que envió a un visitador para que cursase un informe. «Es sabido que en esta villa se hacen de noche empallajadas, esfolladas y seranes, y que en éstas han sucedido graves inquietudes y discusiones», concluyó el agente eclesiástico, que publicó una orden por la cual «mando que no los hagan de noche, sino de día, bajo pena de excomunión».

Excomunión

Tal vez hoy parezcan más gravosos 3.000 euros, pero hace tres siglos excomulgar a un parroquiano por hacer fiestas nocturnas era un castigo muy superior. Claro que los botellones que montaban nuestros tatarabuelos eran bastante más animados que los actuales, e incluían otras actividades. Así, en 1680, el Obispado constata que, por la noche, los vecinos «andan paseando a las mujeres, así solteras como casadas, de lo que resultan graves daños».

En otro informe relacionado con los hechos, aseguran «que las mujeres solteras de este partido se separan de sus casas, y compañía de sus padres y tíos, de lo que se han seguido y experimentado graves ofensas, pecados y escándalos».

Para poner coto a estas fiestas nocturnas, en las que corría el vino y participaban hombres y mujeres, manda el obispo que los curas «no las consientan en su parroquia y (tampoco) a los naturales que fuesen de mal vivir».

Además, se pide a los párrocos «que tengan especial cuidado en que se ejecute este mandato, para mandar, compeler y castigar a las rebeldes y contumaces».

Prohibidas las tabernas

Lo curioso del caso es que estas «empajalladas, esfolladas y seranes», que no eran sino los botellones de la época, contaban también con la presencia de algún religioso. Así lo afirma otra orden del Obispado, que prohíbe a los curas «entrar en tabernas», así como participar en «negocios profanos» y les exige que vistan «con dignidad».

De las fiestas nocturnas en Vigo y Bouzas en el siglo XVIII se deriva que en los libros parroquiales abunden los hijos «ilegítimos», lo que tiene especialmente preocupada a la Iglesia de la época.