«Se sabe que el conxuro es mío, y eso me basta»

VIGO

El creador del texto de la queimada, que vive en Vigo desde 1960, continúa realizando representaciones públicas

19 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

«Mouchos, coruxas, sapos e bruxas...», así comienza el famoso conxuro de la queimada, que aunque la mayoría de la gente piensa que el hechizo popular que se recita al tiempo que se elabora la pócima de aguardiente con cierto halo de misterio, es anónimo, tiene autor. Se llama Mariano Marcos Abalo, es de A Pobra do Caramiñal y vive en Vigo desde 1960, ciudad donde se inventó el célebre encantamiento etílico, al calor de los guateques y fiestas que se celebraban en un barco decomisado que estaba anclado frente a la Cruz Roja.

Mariano, que ahora tiene «71 jóvenes años», dedicó toda su vida profesional al Banco Pastor, de 8 a 3. Pero de las 3 en adelante, ha realizado múltiples actividades que le alejan de la habitual imagen del funcionario de oficina crediticia.

Allá por el año 74, el creador del conxuro empezó a hacer representaciones con la queimada como protagonista en la desaparecida discoteca Fausto. Allí, con ocasión de una asamblea de turismo galaico-portuguesa que tenía esa boite como sede, fue donde recitó por primera vez los versos que invocan a Satán y Belcebú entre llamaradas azules y olor dulzón de caña quemada.

«Le añadí dos estrofas nuevas, hice unas copias en papel y reproducciones en una especie de pergamino en Multicopy, que estaba en la calle Uruguay, para dárselas a los asistentes a la asamblea. Fue esta empresa de ófset la que empezó a comercializar el conxuro», relata. Un día fue por allí. «Me dijeron, ¡ah, es que creíamos que era de Castroviejo! ¿Castroviejo?. Desde entonces apareció con mi nombre y mi firma. Los vendían a 190 pesetas y me ofrecieron una por cada ejemplar. Yo les dije: ¡Hombre, por lo menos un duro!, pero soy muy mal negociante. Pasé por allí al año siguiente, pero la empresa cerró y la cogieron los trabajadores, que hicieron una cooperativa en la calle Gerona. Nunca me imaginé que iba a hacerse tan famoso», confiesa este vigués de adopción que no se ha hecho millonario con su afamado ritual.

Por el conxuro, que ha sido y es reproducido, impreso, relatado y copiado miles de veces, su creador no recibe más beneficio que la satisfacción de que, al menos, se le reconozca la autoría. «Antes no se preocupaba uno de esas cosas, y ahora no voy a dedicar los últimos años de mi vida a pelearme por cobrar unos derechos. Tengo la propiedad intelectual desde el año 2001, se sabe que es mío y eso me basta», explica sin atisbo de pena el padre del conxuro, que tiene traducido al vasco, al alemán, al francés y al «lionés de León».

Un artista

El texto, que en su momento repartió a partir de unas copias manuscritas, estaban realizadas en letra gótica y enmarcadas por dibujos , también obra suya, y así se fueron transmitiendo entre la gente sin necesidad de campañas publicitarias. «Hubo otros conxuros de otros autores circulando por ahí, pero no prosperaron como el mío, no sé por qué», cuenta añadiendo que él tiene escritos otros dos más, del año 85 y del 86, «pero no se los enseño a nadie porque hoy todo te lo copian», dice.

Jubilado hace ya once años, Mariano continúa haciendo representaciones de la queimada, «por encargo, en las cenas medievales del Parador de Baiona, en restaurantes, en bodas, en Galicia y también fuera, pero sin agobios. Podía anunciarme en Internet, pero no me interesa, porque esto para mí es un trabajo, pero es un placer al mismo tiempo», admite. Como experto, Mariano Marcos no es partidario de los granos de café en la queimada. Según él, «no aportan nada». Encender la queimada sin azúcar y añadirlo después desde arriba forma parte de su receta personal.

En la enciclopedia, en la «Q»

En su tiempo libre, Mariano tiene algo de actor, de poeta, de humorista, y mucho de artista, aunque no se dedicó nunca de lleno al espectáculo porque sabe que para eso «hay que estar solo en el mundo, ser independiente y a mí me gusta estar en mi concha, en mi mundo». En su casa, por suerte para su mujer, dispone de un taller en el que construye, hace y deshace, talla, dibuja, pinta y da esplendor a todo tipo de objetos. Además de fumar en pipa, las colecciona. Tiene más de 300 y muchas las personaliza tallándolas a mano. «Empecé con navaja. Siempre llevo una en el bolsillo. Desde niño», cuenta.

Últimamente, pinta piedras con forma de búho. Además, forma parte del grupo poético Brétema, que se reúne periódicamente en la Sociedad Cultural de O Calvario. «Siempre tengo que estar haciendo algo», reconoce este personaje singular que aparece en el último apéndice de la Enciclopedia Gallega, en la Q de Queimada, al lado de Anxo Quintana.

Mariano Marcos también reúne una gran colección de esquelas con motes curiosos. Algunas fueron reproducidas por Ramón Arangüena en una recopilación de necrológicas con gracia. En los agradecimientos aparece su nombre. «No hizo lo mismo Lalo Vázquez Gil, que hizo un libro sobre los humoristas gallegos que nos reuníamos en Salvaterra. No nos pidió permiso. Puso nuestra biografía y nuestros chistes y tuvimos que comprarle el libro», recuerda, riendo.