El Celta sigue sin dar señales de vida. A su nefasta estadística (un empate y tres derrotas) hay que unirle la falta de juego, una descoordinación total en un equipo cuyos jugadores apenas se conocen, contadas ocasiones y fallos defensivos que pasan factura.
Un equipo descoordinado
El Celta no da ninguna sensación de cohesión. El desconocimiento individual y colectivo queda patente en cada jugada. Apenas el equipo fue capaz de dar dos pases seguidos hacia delante. Sólo existe una suma de individualidades, nada más
Posiciones dudosas
Vara y Agus sufrieron lo suyo en los laterales. Los dos pueden funcionar ahí como recambios de emergencia pero les cuesta horrores. Los dos tuvieron problemas con sus pares.
Sin juego de ataque
El cuadro vigués no pisa el área rival. Manchev se pierde en medio de los centrales y las contadas llegadas se circunscriben a disparos al borde del área que no cogen portería. La mejor ocasión llegó en una pillería del búlgaro.
Sufrimiento defensivo
La verticalidad de Altuna, Codina y Del Olmo puso en aprietos a la defensa del Celta, que tuvo muchos problemas para neutralizar su velocidad.
Huérfanos de un pensador
Los celestes carecen de un líder en el campo. De un jugador que mueva el balón y le de criterio al juego. Todo se queda en alguna genialidad y en mucho patadón. Se echó muchos de menos a Fabián Canobbio.
Más peligro eibarrés
El conjunto armero siempre estuvo más cerca del gol. En el Celta el empuje de Manchev era la única esperanza, aunque incomprensiblemente acabó como interior derecho en la rueda de movimientos decretada por Stoichkov tras el descanso.
La aparición de Vara
Cuando el partido parecía muerto y la grada se impacientaba, dos jugadas en ataque de Vara con remates ajustados de Manchev y Costa abrieron un margen para la esperanza. Faltó puntería.
Una llegada, un gol
Cuando más agazapado estaba el Éibar llegó el tanto. No podía ser de otro modo, por las bandas, con verticalidad y velocidad. Los armeros fueron más efectivos que los celestes.