A cañonazos contra el fuego

SOCIEDAD

La firma, con base en Valencia, ha logrado el respaldo de siete socios tecnológicos de Francia, Alemania y Galicia

08 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El fuego es incontrolable. Las llamas se acercan peligrosamente a las viviendas y las fuertes rachas de viento junto a la caída de la noche hacen inviable la actuación de los hidroaviones y helicópteros.

Una situación como esta no es inusual en las labores de extinción de incendios, en la que los medios convencionales apenas tienen margen de maniobra. La constatación de este tipo de circunstancias fue lo llevó al ingeniero gallego José Luis Liz Graña a desarrollar un innovador sistema de lucha contra el fuego que permita actuar a distancia, de noche, con viento, y con un menor riesgo para las brigadas antiincendios, que evitan la primera línea de las llamas.

El resultado es Pyro Fire Extinción, que pasó de convertirse en un proyecto de fin de carrera a una empresa radicada en Valencia, creada por el emprendedor gallego, que prepara el primer prototipo de cañón de aire comprimido para su utilización en la prevención y extinción de incendios forestales.

Como bombas de racimo

¿Una idea descabellada? «No», responde tajantemente Liz Graña, quien cursó ingeniería industrial en Santiago e Ingeniería en Diseño Industrial en Valencia. «Si lo fuera, la empresa no estaría respaldada por empresas serias que creen en el proyecto», añade. La iniciativa, de hecho, cuenta con siete socios tecnológicos, entre los que se encuentran la empresa francesa Vegeplast, encargada del diseño y fabricación de las cápsulas de líquido retardante del fuego que se utilizarán como proyectiles; la alemana Bauer, que se encargará de la propulsión de las balas; o la gallega Satdata Telecom, una firma que aportará su Sistema de Información Geográfica (GIS) que permitirá monitorizar en tiempo real el dispositivo desplegado contra el fuego y mejorar la eficacia en la toma de decisiones. El cañón de aire comprimido, que alcanza una distancia de hasta 4,5 kilómetros, se carga con cápsulas biodegradables de agua que incluyen agentes químicos retardantes del fuego que tienen la propiedad de expandirse para formar una barrera más efectiva contra las llamas.

El diseño está basado en las bombas de racimo de uso militar, de tal modo que al dispararse el cañón se liberan las cápsulas y se despliegan en forma de malla para dirigirse a la zona arbolada que interesa proteger. Luego, a una temperatura de 80 grados se libera el líquido. «Cada proyectil lanza entre 50 y 70 litros de líquido envasado y podríamos enviar entre 7.000 y 8.000 litros por hora, lo que equivale a casi dos descargas por hora de las realizadas por los hidroaviones», explica Liz. El sistema es especialmente efectivo para la creación de cortafuegos o como medida de prevención para las viviendas situadas en los bosques y que, en caso de incendios, son las que requieren habitualmente la atención prioritaria de los dispositivos contra el fuego. «Es -señala Liz Graña- una herramienta de autoprotección que actualmente no existe para las viviendas o los núcleos industriales, aunque en situaciones de emergencia el cañón también se puede utilizar para las labores puras de extinción».

Colaboración del Ejército

El desarrollo del cañón se lleva a cabo en colaboración con el Ministerio de Defensa, en el polígono de experiencias de Carabanchel, perteneciente al Instituto Tecnológico de la Marañosa. Por su parte, la Unidad Militar de Emergencias (UME) se encargará de ayudar y asesorar a la empresa en las pruebas del sistema de extinción en un fuego real. «Tenemos que demostrar primero que lo que vamos a colocar funciona», destaca Liz.

La empresa está lanzada, pero precisa financiación para desarrollar el prototipo. «Necesitamos 500.000 euros para validar todo el proceso», explica el ingeniero, que está en negociaciones con el Ministerio de Industria y con empresarios privados para obtener el dinero.