Una selva en el país de la leira

SOCIEDAD

Las fragas del Eume son una de las zonas de bosque atlántico mejor conservadas ?de Europa, donde el gato montés convive con una treintena de especies de helechos

28 ago 2009 . Actualizado a las 14:08 h.

Existe un lugar en Galicia en el que Tarzán no se sentiría extraño. Un espacio que podría estar integrado en cualquiera de las selvas del sureste asiático, incluso en la más antigua del planeta, la de Taman Negara, en Malasia, una zona que fue declarada parque nacional a finales de los años treinta. Son las más de 9.000 hectáreas de bosque atlántico que componen las fragas del Eume, repartidas entre los concellos de As Pontes, Monfero, A Capela, Cabanas y Pontedeume. Es este el lugar en el que el país de la leira y el minifundio esconde su propia selva, un espacio en el que algunas especies de helechos probablemente sobreviven desde hace ya unos 65 millones de años.

Este espacio es la prueba de que no hace falta volar a miles de kilómetros para enrolarse en un safari en el que descubrir especies vegetales exóticas, animales que ya no son fáciles de encontrar o toparse en medio de la vegetación con construcciones como el monasterio de Caaveiro, levantadas en los inicios de la Edad Media.

El ascenso hacia este último, que fue calificado a principios de los años setenta como conjunto histórico-artístico, es una de las rutas más populares de las fragas. En lo que va de mes ya han pedido información en el centro de recepción más de 9.000 personas que llegan esta parte de Galicia atraídas por la belleza del bosque. En julio, fueron 6.232 turistas los que solicitaron información.

Opciones

Existen muchas formas de recorrer el bosque. Hay opciones para los que son primerizos en esto del senderismo, para los que caminan lentos, pero seguros, o para los que ya son expertos en hacer largas caminatas por la montaña.

Desde el centro de recepción de turistas, el lugar al que llegan los aprendices de explorador que toman como referencia las indicaciones que bordean la carretera que viene desde Pontedeume, hay en verano la opción de tomar un autobús que llega hasta la misma puerta de Caaveiro, un espacio vetado al coche particular porque allí no hay lugar para estacionar.

Allí un guía explica, cada hora, cómo ese monasterio fue fundado en el IX, cómo tras la desamortización de 1849 fue sacado a subasta y cómo luego fue adquirido por un particular que es el encargado de restaurarlo. Años después, en 1986, fue dada luz verde a la expropiación del lugar, que entró a formar parte del fondo de la Diputación de A Coruña. Tras perderse durante una hora entre las piedras que guardan la historia o después de observar la vista desde lo alto puede esperarse al bus de vuelta o pueden hacerse los siete kilómetros (dos horas, te dice el guía) andando.

También puede subirse caminando por una ruta señalizada en la que hay que atravesar puentes colgantes. El paseo permite observar los líquenes, las formas de los helechos (hay hasta cerca de una treintena de especies), hallar en medio del camino una rama de fresno, encontrar un escarabajo Carabus Galicianus o ver a un halcón peregrino sobrevolar el cielo a la caza de alguna otra especie con la que alimentarse.

Fuera de las horas punta -que van de las diez y media de la mañana hasta las ocho y media de la tarde-, también puede observarse la riqueza que tiene la zona. Son las mejores horas para ver animales, cuando la multitud deja el lugar. Porque este bosque acoge un numeroso racimo de especies. Las nieblas matinales pueden esconder al gato montés o cuando la noche es clara puede verse al búho real mirando todo lo que ocurre. Lirones, martas, nutrias o jabalíes son otros de los animales que pueblan la fraga. Son los pobladores de la única selva que tiene Galicia.