La grúa municipal pierde un coche en la subida a A Pulleira

nacho mirás SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

El Peugeot 406 de Manuel Buján se soltó del enganche, cayó marcha atrás por un terraplén y se espatarró

08 abr 2011 . Actualizado a las 14:48 h.

Hay días en los que es mejor quedarse en la cama. Manuel Buján Gómez, vecino del lugar de Ouzande, en A Estrada, se acercó ayer a Santiago a hacer unas gestiones. Tenía que ir a la oficina del Deutsche Bank y, después, a una tienda de Movistar. Buscó donde aparcar en el entorno de Montero Ríos y, confundido, dejó su Peugeot 406 granate en una zona de carga y descarga. Tan convencido estaba de que estacionaba bien que pagó en el parquímetro para dos horas, «aunque iba a arreglar en cinco minutos».

Mala suerte. La grúa municipal, cual ave rapaz, divisó la presa, la atrapó veloz y emprendió camino a su nido de A Pulleira.

Mala suerte. Algo falló en el enganche. O hubo una maniobra rara. Misterio. El caso es que, en la subida que llega al depósito desde la avenida de Asturias, el coche se soltó de sus amarras. Y los coches franceses son muy solventes, pero todavía no se conducen solos. Así que el Peugeot, libre, loco, sin freno de mano, emprendió una corta carrera, marcha atrás y cuesta abajo, impulsado únicamente por la fuerza de la gravedad. ¡Mala suerte! Escoró la derecha y se precipitó terraplén abajo. Como suele decirse: «¡Alá vai, María matouse!».

Cuando Manuel regresó al lugar donde había aparcado y no encontró el coche se temió lo peor. Pero, de nuevo, estaba confundido: contempló la posibilidad de que se lo hubiese llevado la grúa, pero mal sabía que eso no era lo peor. Llamó al depósito y le dijeron que, efectivamente, el Peugeot había sido retirado, pero que había surgido un... problemilla de nada.

En A Pulleira fue atendido, muy amablemente, hay que decirlo, por la Policía Local y por el encargado del recinto. Le explicaron lo que acababa de ocurrir. Otro, en su lugar, habría montado en cólera. Pero Buján, que vivió 40 años en Francia, demostró el aplomo que suelen tener las personas que han visto mundo. Por si acaso, le contaron lo sucedido antes de que pudiese ver el vehículo, volteado e inmóvil como una tortuga del revés. «Está impecable, tiene 60.000 kilómetros», contaba. Mientras se negoció el rescate con la asistencia y con los seguros, Manuel, la policía y este que suscribe casi se hicieron amigos. «Lo importante es que no ha pasado ninguna desgracia personal», decía, sereno y amable. No todo iba a acabar mal: otra grúa se llevó el coche al taller, a Manuel lo devolvieron a casa y la multa por aparcar mal... eso es papel mojado.