«Non queremos botalos, só o que é noso»

roi fontoira PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Los comuneros de Salcedo pisan el terreno ganado en la primera batalla a Defensa

13 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Una veintena de vecinos de Salcedo charlaban turnándose la escasa sombra que proyectaba la marquesina. «A de Paco», para ser exactos. Esta precaria estructura, de un azul oxidado, es un ágora del rural. De hecho, bajo esa misma sombra se forjó la respuesta vecinal ante un conflicto de largo recorrido: la pugna entre los comuneros de Salcedo, que reclaman «su monte», y Defensa, que ocupa 180 hectáreas de territorio con la base General Morillo de la Brilat, establecida entre Vilaboa, Salcedo y Figueirido.

El martes 27 de septiembre, una sentencia judicial les daba la razón: «Las 180 hectáreas pertenecen a la Comunidad de Montes de Salcedo». Quizás por eso, el paseo que nos llevó hasta el denominado «poblado urbano» -una fantasmagórica recreación de una calle metropolitana- transcurrió con un aire jubiloso. De todos modos, el entusiasmo es recatado, porque «pode haber dúas apelacións máis, esto aínda non acabou». Las palabras de Ramón Laxe, portavoz de la Comunidad de Montes de Salcedo, se pierden en el desenfocado fondo del cuadro, de un verde exuberante.

El detonante del conflicto se remonta al 2005, cuando se amplió la franja de seguridad, afectando a casas y fincas particulares. «Esta era unha parroquia moi gandeira -recuerda Laxe- pero a xente quedou sen terreo para coller batume». Y las imágenes lo corroboran, ya que entre las paredes de hormigón del «poblado urbano», dos caballos pastan en fincas privadas que flanquean esta zona de entrenamiento, ya en desuso. «Plantaron o poblado e a aldea afgana no límite, ao lado das casas», reprochan los vecinos. «Aquí facían maniobras con lume real, e non podías saír da túa finca, o pobo sentiuse ofendido».

La comunidad no se apocopó ante la ofensiva militar, y las manifestaciones se sucedieron. «Os geos non nos deixaban pasar, houbo xente que o pasou moi mal», rememora Laxe, respaldado por los gestos de aprobación del resto del grupo. En una concentración que coincidía con la Pascua militar, el 8 de diciembre, se vivió uno de los momentos de mayor tensión. «Un militar saíu fóra da valla e empurrou a unha señora de 60 anos». ¿Por qué? «Considerou que estaba moi cerca», se contesta a sí mismo, indignado. «Houbo un xuízo e quedou nunha pequena falta».

Convivencia

Las relaciones entre los acuartelados y los vecinos no fueron, por norma, accidentadas. «Cando o CIR (Campamento de Instrucción de Reclutas), os autobuses subían e baixaban abarrotados, coa xente colgada ata das portas», describe Laxe. El continuo vaivén de personal no afectaba a la rutina de la aldea. «Eu metíame no cuartel ata a cociña -confiesa Aurea-, tiñamos moi boa relación cando era pequena». «E de rapaza tamén», añade entre risas. En la actualidad, el trato es cordial. «Dende que chegou o xeneral Alonso Miranda normalizouse a situación», explica el portavoz de los comuneros. «O monte tíñano abandonado, e coa chegada deste xefe fixemos traballos de mantemento conxuntamente -detalla- ademáis, están levando cara arriba o campo de tiro».

Aunque cueste creerlo, una turba de sexagenarios pudieron con Defensa, al menos en una primera batalla. «Dende o primeiro momento consideramos que non necesitaban todo este terreo -aclara Laxe-, pero eles empeñáronse». Ahora, el siguiente movimiento lo tiene que hacer el ministerio. «Nós non queremos botar á Brilat, só pedimos o que é noso, o monte», repiten al unísono los comuneros. «Se se van, vai ser unha decisión deles pero, neste momento, están de ocupas», sentencia Laxe. En fila india, vuelven a la marquesina, entre un verde igual de exuberante que hace quince días. «Pero noso», exclaman al despedirse.

«Esta era unha parroquia moi gandeira, pero a xente quedou sen terreo»

Aunque cueste creerlo, una turba de sexagenarios pudieron con el ministerio