«Todo lo pontevedrés me encanta, lo vivo y lo llevo muy dentro»

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PONTEVEDRA

Es presidente de la Sociedad Filarmónica desde 1994 y antes lo fue su padre durante veintiocho años, médico como él y un gran melómano

10 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Elena Larriba José Carlos Fontoira García pertenece a una saga familiar «amante de Pontevedra» de la que es continuador. Lo plasma en todas sus ocupaciones actuales, desde la presidencia de la Filarmónica de Pontevedra hasta su activa participación en el colectivo Amigos de Pontevedra, entre otras muchas aficiones y actividades que desarrolla con una energía arrolladora.

«Todo lo pontevedrés me encanta y lo llevó muy dentro de mí; tengo todos los libros que hablan de la historia y las tradiciones de mi ciudad y sus gentes y no me pierdo cada publicación nueva que sale».

Nació en Pontevedra en la plaza de Curros Enríquez número 5, «donde gocé los primeros diez años de mi vida», recuerda. Se crió en el ambiente comercial y vecinal de los antiguos Almacenes Garza, La Palma Real, la farmacia de Adelaida Herreros, la ferretería Varela, la zapatería de los Cid, sin olvidar a personajes emblemáticos residentes en la zona, como doña Sagrario, «viuda de un carabinero que destacaba por su vestuario y el intenso maquillaje de su cara».

La familia se trasladó después al Rouco, detrás de la iglesia conventual de San Francisco, donde Celestino Fontoira Peón, padre de José Carlos, también médico y un gran melómano, hizo el famoso chalé de Fontoira. Entonces estaba rodeado de casitas bajitas de una sola planta, de la Escuela de Trabajo y el campo de la feria de ganado. Viviendo allí vio como se construía el Cine Victoria, derribado hace un año.

Fontoira García estudió el bachillerato interno en el Colegio de los Jesuitas de Vigo, de importante influencia en su formación intelectual y religiosa. Cursó Medicina en Santiago, se especializó en Madrid y Barcelona y después ejerció en su ciudad en el Sanatorio Santa María, el Hospital Provincial y en Montecelo, hasta su jubilación a los 67 años.

Para él es un orgullo que el Chalé de Fontoira, donado por la familia al Concello cuando falleció su padre, fuera trasladado piedra a piedra al Campo do Boi en la etapa del ex alcalde Rivas Fontán, y que hoy perviva como sede de los servicios sociales municipales. El solar que ocupaba en la esquina de Cobián Roffignac con la calle Secundino Esperón, hoy renombrada como rúa do Rouco, tenía un gran valor inmobiliario. «Pero el chalé nos parecía una pena destrozarlo, porque es de piedra de cantería y fue proyectado por Gómez Román, discípulo de Palacios». Con la donación negociada con el Ayuntamiento consiguieron que se conservara y José Carlos Fontoira lamenta que la casa de los Sáez-Diez, frente a Santa María, «que era tanto o más bonita que la nuestra», no tuviera la misma suerte y sucumbiera a la piqueta.

La pasión por la música le viene de su progenitor. «Mi padre se levantaba, desayunaba y, antes de empezar la consulta, tocaba al violonchelo alguna de las Suites de Bach». Celestino Fontoira Peón tenía una gran formación artística en este campo, participaba como intérprete en las veladas musicales de la Casa de las Mendoza, María y Concepción, e incluso componía. «Para la Polifónica hizo una obra titulada Foliada de Sanxenxo, cuya partitura conservo».

Su hijo, José Carlos, heredó su amor por la música, pero no tanto sus buenas cualidades interpretativas, aunque perteneció al coro de Cantores de Vigo cuando estudiaba en los Jesuitas.

Filarmónicos

Desde 1994, Fontoira García preside la Sociedad Filarmónica, de la que también fue presidente su padre durante veintiocho años (1956- 1984). Por tanto, no es de extrañar que eligiera como rincón la sede de esta entidad, en el Teatro Principal, donde se siente muy a gusto. En este local se respiran sus 88 años de historia a través de las fotografías de sus fundadores y continuadores, así como de intérpretes de gran prestigio internacional que actuaron en esta ciudad. Esa historia está recogida en la nueva web de la sociedad y en un libro de José Luis Fernández Sieira (presidente entre 1984 y 1994), publicado cuando cumplió las bodas de platino y dedicado a todos aquellos que compaginaron «su amor a Pontevedra y su devoción por la música».

Los más ilustres personajes de esta ciudad han estado ligados a la Filarmónica, que desde 1921, temporada tras temporada, ofreció un millar de grandes acontecimientos musicales, sobre todo de música de cámara. El anagrama de la entidad es obra de Castelao y en el local social se conserva un antiguo piano Blüthner de gran cola, fabricado en Leipzig. Fue estrenado en el año fundacional por Marta Leman acompañando a su esposo, Manuel Quiroga, al violín, en un concierto a beneficio de la sociedad para financiar su compra. Este piano costó 7.000 pesetas, portes y seguro incluidos, y se salvó de la quema del viejo Teatro Principal, en 1980, por estar cedido al Conservatorio de Música.

La Filarmónica es una sociedad sin ánimo de lucro que llegó a tener casi mil socios en la etapa de Sieira. Por una cuestión generacional bajaron a cuatrocientos y pico y pagan 25 euros al trimestre. El gran reto sigue siendo captar gente joven para garantizar la continuidad. «Alguna juventud tenemos, pero no mucha, y en la actual junta hay hijos de antiguos directivos». Fontoira reconoce su preocupación por la merma de apoyo financiero público y también por la competencia que supone para ellos la programación de música clásica de entidades como Caixanova o Caixa Galicia, «con un potencial económico que nosotros no tenemos». Pero es positivo. «Estamos encantados de que traigan grandes orquesta porque eso es bueno para Pontevedra, pero a nosotros que no nos abandonen, la Filarmónica tiene que sobrevivir y no desaparecer nunca».