Geety huyó de los talibanes y ahora vive en Abegondo: «Allí sales de casa pero no sabes si vas a volver»

ALEJANDRA CEBALLOS LÓPEZ / M. V.

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Geety Negah tenía todo en Afganistán: una casa, un empleo y a su familia. La invasión de los talibanes en agosto del 2021 hizo que tuvieran que dejar el país y rehacer su vida en Abegondo

07 sep 2022 . Actualizado a las 14:15 h.

Hace un año, con ayuda de Koussay Boulaich, un amigo de la familia, Geety Negah (1982, Kabul), su esposo Suhal y sus dos hijos lograron salir de Afganistán a España. Llegaron a un campamento de refugiados en Madrid donde pasaron una noche y después de las averiguaciones correspondientes, decidieron que Galicia sería el mejor lugar para establecerse.

El programa de refugiados de Ecos do Sur les permite permanecer juntos como familia en una casa de transición mientras encuentran un nuevo empleo. «Muchas veces cuando llegan, el Estado aún no los ha admitido en calidad de refugiados, por eso les ayudamos mientras regularizan su situación y rehacen su vida. Durante un máximo 18 meses, gracias al programa de Protección Internacional, reciben apoyo para vivir y a través de nosotros, asesoramiento legal y lecciones de español», explica Mariluz Aparicio, desde la organización.

Geety tiene un máster en arte y era profesora de la universidad de Kabul. Su esposo es diseñador gráfico y trabajaba para Tolo TV antes de la invasión de los talibanes. Sin embargo, con la ocupación, el canal televisivo opositor del régimen se vio obligado a cerrar. También les prohibieron trabajar y estudiar a las mujeres mayores de 12 años, y las relaciones con Occidente fueron restringidas.

Ella, que en el pasado había elegido volver a su país para trabajar por su comunidad, no lo pensó dos veces cuando Koussay le dijo que lo mejor era ir a España en calidad de refugiados. «Todo estaba cerrado para las mujeres, así que dije: ‘Basta’. Lo único que quiero es vivir con mi familia, vivir en paz», relata. Negah y su marido no se lo pensaron, decidieron marchar.

En dos días se despidió de su familia, preparó una mochila con lo básico, para que los talibanes la dejaran pasar y salió rumbo a España. Fue retenida durante 36 horas, con la excusa de que no aparecía en las listas autorizadas de refugiados. «Algunas personas murieron tratando de llegar al aeropuerto», cuenta. Pero ella finalmente lo logró. Después de cruzar la frontera y de varias horas de sufrimiento, Geety y su familia embarcaron en un avión militar que aterrizó en Dubái, y posteriormente en otro que los trajo a la península.

Su vida dio un vuelco de 180 grados al llegar a Galicia. Aquí viven en una casa en Abegondo con otras tres familias, y día a día sigue con atención cómo se complica la situación en su país. «La gente sale de casa, pero no sabe si va a volver. Además mi madre está enferma, pero hemos superado muchos problemas, así que mi única opción es tratar de vivir tranquila», dice.

Como son tres familias y tantas personas deben tener horarios acotados para cocinar y comer. Es complicado tener un trabajo estable y dependen de ello para conseguir una vivienda independiente. Todavía le cuesta el español, y sus óleos y caballetes quedaron atrás. Aun así, sigue haciendo del arte su medio de expresión.

«Es mi forma de mostrarle al mundo que querer es poder», afirma. Como perdió todo al salir de su casa y los materiales de arte son tan costosos, utiliza cajas de huevo recicladas y latas de gaseosa para moldear y pintar pendientes que promociona en su perfil de Instagram: @gee.3041. En noviembre del 2021 fue convocada por el Fashion Arts Institute de Madrid para pintar un traje con diseños de su cultura en el marco del evento DRN 3R ART y el foro Cultura Sostenible 2021.

Mientras se adapta a su nueva vida, ha trabajado en colegios, cooperando en la cocina, y se agarra de las cosas simples y cotidianas para mantenerse bien. Al final, sabe que es mejor esto que la guerra, la pobreza o el hambre que se vive en su país. Su esperanza es poder utilizar el arte para que otras mujeres salgan adelante.

«Para ser feliz me basta estar en paz, y en Afganistán no es posible. Vivimos muchos años allí, pero ahora incluso comer es muy caro. Yo solo necesito a mi familia para estar bien», concluye.