Los otros «inquilinos» de Karpin

E.V.PITa VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Los okupas llevan 6 años en el sótano de un edificio paralizado en el Barrio do Cura

08 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El póster de un gran atunero y la copia de unas flores de Van Gogh adornan las columnas del sótano del garaje de un edificio de la calle Santa Marta con las obras paralizadas. Lo promovió Valery Karpin en el 2007 pero, desde hace seis años, residen okupas que han instalado camas, sillas, cuadros, mesas y otras decoraciones para darle un toque más hogareño al cemento.

El edificio iba a tener lujosos apartamentos con vistas al mar en la calle Santa Marta pero los vecinos denunciaron un exceso de altura y las obras fueron paralizadas. Ahora es un esqueleto de hormigón de cuatro plantas y forma parte de un lote de bienes del proyecto del Barrio do Cura de Karpin y sus socios que están embargados por impago de cuotas de la hipoteca al BBVA. La subasta iba a celebrarse el pasado 6 de febrero por un total de 22 millones pero el banco suspendió la puja sin nueva orden.

El esqueleto del edificio nunca ha dejado de estar habitado. Ahora mismo habitan allí seis personas, entre as que se encuentra un mendigo y su colega, un jubilado, un matrimonio en paro y un inmigrante. Son seis retratos de la extrema pobreza a la que se han visto abocadas muchas personas desde que empezó la crisis del ladrillo en el 2008 y que dejó patas arriba al ambicioso proyecto del Barrio do Cura.

Fernando es un indigente, con acento portugués, que se cobija desde hace cinco o seis años dentro del sótano. Se conoce todos los rincones del laberinto y avisa dónde pisar para eludir las peligrosas trampas de la rampa de bajada, que carece de vallas. Él y un amigo que viene a visitarle por temporadas son los más veteranos mientras que el resto de los indigentes que pernoctan allí acaban de llegar. A finales de noviembre, su amigo fue a buscar agua potable a un bar y al volver cayó por la rampa y se lesionó.

Fernando, poco a poco, ha ido construyendo lo que él llama su chabola. «Hace unos años, llegamos a estar hasta 16 sin techo refugiados en el sótano. Dormíamos apretados en sacos al pie del muro del garaje», recuerda. Ahora dispone de su propia choupana, un pequeño habitáculo entre dos columnas y que ha ocultado a la vista de los curiosos con maderas y lonas. Lo ha amueblado con una cama, mesa, sillas e incluso vajilla y un termo. Durante el día, pide limosna a la puerta de una iglesia. Su refugio está bien ventilado y protegido de las inclemencias. Las inundaciones de octubre ni las notaron.

Hace casi tres meses se sumaron un marinero en paro de la comarca de Barbanza y su esposa viguesa. La presencia de la mujer en el sótano ha contribuido a hacer más cómodo una especie de minipiso que han montado allí. Le han dado privacidad con un lona y colchas y lo han amueblado con una mesilla, una alfombra al pie de la cama, bien surtida de mantas y sábanas, y una silla. Añadieron cajoneras y clavaron cuadros de flores en las paredes de hormigón. Podría pasar por un humilde hogar si no fuese por los escombros esparcidos por el suelo encharcado, las tuberías a la vista y restos de obra. La luz entra por las rendijas de ventilación y el agua baja por una manguera hasta un barreño.

Un matrimonio en paro ha montado un «minipiso» con cama y mesilla