José Valencia, epidemiólogo: «Si una mujer toma más de una cerveza al día, ese consumo es de riesgo»

Laura Inés Miyara
LAURA MIYARA LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

El doctor José Valencia es miembro del Grupo de Trabajo de Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología.
El doctor José Valencia es miembro del Grupo de Trabajo de Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología.

El experto integró el grupo que estableció los límites de ingesta de alcohol en España y asegura que «deberíamos dejar de hablar de consumo moderado o excesivo y sustituirlo por consumo de bajo o alto riesgo»

13 may 2024 . Actualizado a las 13:08 h.

Los organismos sanitarios son claros con respecto al consumo de alcohol: no hay ningún nivel que esté libre de riesgos para la salud. Pero, por fuera del ámbito médico, esa copa de vino con la comida o ese vermú de los sábados sigue siendo una conducta tan normalizada que es difícil aceptar que pueda tener efectos adversos. Basta con observar la polémica que, recientemente, se apoderó de las redes sociales a raíz de un clip del programa Espejo público, en el que el periodista Ángel Herrera afirmó: «Que en España la gente se tome dos o tres cervezas al día, a mí, me parece saludable».

Hoy, sabemos que beber cualquier cantidad de alcohol se asocia a riesgos para la salud que no son contrarrestados por los posibles beneficios de la bebida. Sin embargo, ni la OMS ni el Ministerio de Sanidad recomiendan como medida el consumo cero, sino que alientan a reducir el número de bebidas que tomamos al día. El doctor José Valencia, miembro del Grupo de Trabajo sobre Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología y profesor del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Sevilla, integró el Grupo de Trabajo para la Actualización de los Límites de Consumo de Bajo Riesgo de Alcohol. En el 2020, el Ministerio de Sanidad publicó el informe elaborado por este grupo, situando este límite en una unidad al día para las mujeres y dos en el caso de los hombres. En conversación con La Voz de la Salud, el experto explica por qué es difícil que España ponga como objetivo el consumo cero.

—¿Cómo es el consumo de alcohol en España actualmente?

—El total de alcohol que se consume por habitante se ha reducido en los últimos años. Esto no es necesariamente una buena noticia, porque no refleja algunos cambios importantes que ha habido. Y no hay que perder de vista que seguimos siendo uno de los países de Europa donde el consumo per cápita es más alto y, al mismo tiempo, Europa es la región del mundo en la que mayor consumo de alcohol existe. Somos líderes mundiales en consumo, así que no tenemos el problema superado.

—¿Cuáles son estos cambios en el consumo?

—Tomamos alcohol menos días a la semana que antes, pero lo tomamos de forma más intensiva, sobre todo los jóvenes. Hemos incorporado el patrón típico de países anglosajones y del norte de Europa, donde la mayoría de la población que consume alcohol lo hace buscando efectos psicoactivos, para lo que hacen falta grandes cantidades. Es lo que aquí se denomina «botellón». Este patrón se ha generalizado en menores de 30 años y es algo que coexiste con la forma más tradicional de consumir alcohol en nuestro país. Luego, también ha cambiado el tipo de bebida de preferencia. Actualmente la bebida más elegida por la mayor parte de la población es la cerveza y se consume en grandes cantidades, mientras que se beben menos destilados. 

—¿Es más perjudicial el patrón de consumo asociado con el «botellón» que el beber una copa de vino a diario con la cena?

—Existe la creencia de que si no tomamos alcohol todos los días, el fin de semana nos podemos permitir todo lo que no hemos bebido antes. Eso no solo no es cierto, sino que hacerlo tiene una serie de consecuencias para la salud que son tanto o más nocivas que consumir a diario. Puede haber problemas cardiovasculares agudos, puede haber efectos en el sistema nervioso y en el desarrollo neurológico. Tenemos que tener en cuenta que el botellón se lleva a cabo entre personas jóvenes, muchas de ellas, por debajo de la edad mínima legal para el consumo. Este consumo afecta al desarrollo de esas personas y además se asocia a este grupo de edad en el que se adoptan conductas de riesgo con más frecuencia. Esto conlleva más siniestralidad de tráfico, violencia física y sexual, infecciones de transmisión sexual por la falta de protección y problemas en las relaciones sociales, aparte de aumentar el riesgo de adicción en edades adultas. También aumenta la incidencia de problemas de salud mental.

—Volviendo al consumo moderado, ¿cuáles son los efectos que tiene a dosis bajas de manera crónica?

—El alcohol es un tóxico para el organismo y lo sabemos desde hace décadas. Sus supuestos beneficios no se sostienen con la evidencia científica. No se puede comparar los antioxidantes de una copa de vino con los de una manzana, por ejemplo, que tiene cientos de antioxidantes y es recomendable. Como tóxico, el alcohol está asociado a problemas digestivos y hepáticos, que es lo que más típicamente se relaciona con el consumo de alto riesgo, pero además se asocia a enfermedades cardiovasculares. Se vende como una sustancia cardioprotectora, cuando en realidad tiene efectos negativos evidentes en la mayor parte de la población. Además, se asocia a un gran número de tumores y, por supuesto, a problemas de salud mental, a lesiones, a accidentes y a efectos indirectos sobre el rendimiento laboral y académico. 

—¿Hay diferencias entre los efectos negativos de diferentes bebidas?

—Lo que las diferencia es la cantidad de concentración alcohólica. Para simplificarlo, una bebida no destilada tiene aproximadamente 10 gramos de alcohol por vaso, mientras que en el caso de los destilados es el doble. Aunque lo rebajemos con refresco o hielo, un vaso de destilado contiene 20 gramos de alcohol puro por cada unidad. Los límites de bajo riesgo, porque no existe consumo de alcohol exento de riesgo, están por debajo de 20 gramos de alcohol en hombres y 10 gramos en mujeres. Si en un día, de media, una mujer toma más de una cerveza, este consumo es de riesgo. Y el riesgo aumenta proporcionalmente. Cuanto más alcohol bebamos, tendremos más riesgo de enfermedades cardiovasculares, de salud mental, de cáncer y de lesiones.

—¿Cómo se determinó cuánto es el límite del consumo de bajo riesgo?

—Se ha hecho en base a una revisión sistemática de toda la evidencia científica que hay en cuanto a los efectos del alcohol, que en los últimos años ha mejorado muchísimo a nivel metodológico. Antes se cometían errores tan groseros como usar como grupo de referencia para comparar el riesgo a personas que no consumían alcohol, sin analizar si eran abstemios desde siempre o si habían tenido que dejar de beber por problemas derivados de su consumo. Esto hacía que la relación entre el alcohol y la mortalidad tuviera una curva en forma de J. Se promocionaba el consumo moderado porque se creía que los que tenían este tipo de consumo tenían más probabilidades de sobrevivir que los que no bebían alcohol. Hoy sabemos que este es un error metodológico. Si tomamos como referencia a los que nunca han bebido alcohol, la relación es lineal: a más consumo de alcohol, mayor mortalidad. 

—¿A qué conclusiones se llegó con esta revisión sistemática de la evidencia?

—El punto de corte en el que empezamos a ver un aumento significativo de esa mortalidad está establecido en 20 gramos en hombres y 10 en mujeres. Esto no quita que si no consumes regularmente alcohol, pero, puntualmente, consumes 50 gramos en una sola ocasión, este no sea también un consumo de alto riesgo, porque lo es. Deberíamos dejar de hablar de consumo moderado o excesivo y sustituir este término por consumo de bajo riesgo o alto riesgo. Cualquier consumo aumenta los problemas para la salud. Y hay grupos de población cuyo consumo siempre debería ser cero: hablamos de mujeres embarazadas, cuyo consumo se asocia a consecuencias irreversibles y permanentes en el bebé, personas con problemas de salud digestiva que el alcohol agrava, personas con problemas de salud mental o personas que trabajan en actividades en las que el alcohol puede poner en riesgo la vida de otros individuos.

—¿Por qué no hay una recomendación oficial de consumo cero como sí sucede, por ejemplo, con el tabaco?

—Una de las propuestas en las guías oficiales es reducir el número de bebidas alcohólicas que uno consume. Lo que sucede es que las bebidas alcohólicas están integradas en nuestra cultura desde hace milenios. Se lo asocia a interacciones con los demás que hacen que el alcohol sea inseparable de una celebración deportiva o de una fiesta patronal. Además, genera una actividad económica importantísima. España es uno de los principales productores de alcohol del mundo. El alcohol se relaciona también con la industria de la hostelería, en la que trabajan muchísimas personas. Esto hace que no estemos aún en una fase en la que podamos implementar muchos de los planes que ha habido sobre la mesa para eliminar el consumo de alcohol. 

—En ese sentido, medidas como las de algunos países nórdicos, donde solo se pueden adquirir bebidas alcohólicas en establecimientos específicos y presentando un carné de autorización, serían difíciles de aplicar en España...

—Sería lo ideal. Se han estudiado las políticas que permitirían reducir el consumo de alcohol y la más efectiva de ellas es subir el precio. En España, el gravamen del alcohol es de los más bajos del mundo. Por ejemplo, el vino no está tasado. Es una forma de proteger un producto que se produce en nuestro país, pero como consecuencia de ello, incluso un menor, que no tiene muchos medios económicos, puede acceder a este producto. Aún estando prohibido, hay facilidad en el acceso a las bebidas. Si subiéramos el precio de las bebidas alcohólicas, se reduciría el consumo. Pero esta medida en España ni está ni se la espera. La otra gran medida sería reducir la densidad de puntos de venta. Si sales de tu casa y haces el ejercicio de contar cuántos locales, tiendas y supermercados tienes cerca en donde puedes comprar bebidas alcohólicas, verás que son muchísimos. En tercer lugar, habría que limitar la publicidad directa e indirecta del alcohol. La edad de inicio del consumo en los jóvenes está disminuyendo en los últimos años, en parte debido a esta publicidad.

—¿El consumo de alcohol a diario en dosis bajas, como una copa al día con la comida, es adicción?

—No. Si equiparamos eso con el alcoholismo, generamos confusión. Hay una proporción muy pequeña de personas alcohólicas en nuestro país. Son personas que tienen un uso compulsivo del alcohol que no pueden controlar, una dependencia física que les da síntomas de abstinencia cuando no consumen y una tolerancia que hace que tengan que consumir cada vez más para conseguir los mismos efectos psicoactivos. Además, niegan tener un problema con el consumo de alcohol a pesar de tener alterada su vida en la esfera personal, laboral y social. Emborracharse un fin de semana no es lo mismo que el alcoholismo, pero está asociado a efectos para la salud que serán proporcionales al consumo.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.