La penúltima taberna de Dodro echó el cierre este domingo en Manselle: «A xuventude dicía que querían coller firmas para que seguira»

Olimpio Pelayo Arca Camba
O. P. Arca SANTIAGO / LA VOZ

DODRO

Rosa y José sostienen antiguas fotografías que decoran la taberna, en una de las que se le ve a él a la puerta del negocio, abierto en 1967
Rosa y José sostienen antiguas fotografías que decoran la taberna, en una de las que se le ve a él a la puerta del negocio, abierto en 1967 XOAN A. SOLER

La jubilación de Rosa Lapido, sin relevo generacional, significa el final para el negocio abierto por su suegro en 1967

01 may 2023 . Actualizado a las 21:26 h.

Manselle es una aldea tranquila de Dodro, con un pulso vital ajeno al ajetreo de la autovía del Barbanza y del trazado ferroviario de alta velocidad que la sobrevuelan en parte, y que tiene en la taberna de Blanco el centro de su vida social. El negocio que abrió en 1967 José Abuín Blanco, y en el que continuaron más tarde su hijo José y su nuera Rosa Lapido fue punto de encuentro para varias generaciones de vecinos, y también el ultramarinos desde el que el matrimonio iniciaba cada día desde los años 80 sus rutas para llevar patatas, comestibles y hasta abono a vecinos del municipio e incluso de las áreas más próximas de Boiro, Lousame, Valga y Rois.

Pero esa larga vida comercial pone mañana su punto final. Rosa Lapido concluye 49 años en el negocio, del que se hizo principal responsable cuando al cabo de un mes de casarse su marido José empezó a trabajar en Picusa, en Padrón: «Vin para Manselle en 1974, e na década seguinte empezamos co reparto: primeiro, levaba patacas da semente no tractor, por Teallo, por Revixós, todo Dodro ...» Vendría luego la furgoneta y los recorridos se ampliarían. Hasta ahora continuaron, pese a que «as aldeas quedaron vacías. Antes levaba seis sacos de semente de 50 quilos para unha casa, agora levo un de 25». También sus tres hijos, que de jóvenes ayudaban en el negocio familiar, hicieron vida lejos de Manselle.

Sin relevo familiar, la de Blanco no sigue, y deja al municipio de Dodro con una sola taberna en Imo, «a de Buela, que é tamén estanco», comenta José Abuín. No han servido los lamentos de una juventud que comentaba que iba a recoger firmas para su continuidad, e incluso echaba en falta ayer que no se organizase una manifestación para solicitarlo: «Levo aquí 49 anos, nunca dixeron nada e acórdanse agora?», bromea Rosa.

Ahora que no hay vuelta atrás y su decisión está tomada. Mañana por la noche se cerrará la taberna, con alguna sorpresa para esos clientes a los que José agradece una fidelidad que supera el medio siglo: «Ímolos atender ata o último día porque eles foron os que nos deron a vida».

En la taberna de Blanco lo mismo podías tomarte un vino que comprar comestibles, abono o simiente de patatas
En la taberna de Blanco lo mismo podías tomarte un vino que comprar comestibles, abono o simiente de patatas XOAN A. SOLER

Su mujer señala que los parroquianos no tendrán problema para ir a otro bar a tomar una cerveza o beber un vino, «porque o coche lévate a calquera sitio. Quen nos van sentir son as persoas maiores que viven solas na casa, ás que eu lles levaba a compra, porque non hai moito quen reparta á casa: por elas si que me dá pena. No súper tes que ter un mínimo de compra, en cambio eu deixáballes ao pasar aínda que só foran un paquete de café e uns ovos».

Lo sabe también el alcalde de Dodro, Xabier Castro, que lamenta el adiós del emblemático negocio por lo que supone de pérdida para los vecinos: «Xa pechara outro bar en Lestrobe non hai moito, e agora eles, que na pandemia tiveran un rexurdir espectacular», siendo parada obligatoria también para muchos cicloturistas. José explica el porqué: «Este é un sitio moi tranquilo, e logo están os prezos, que non son como por aí». A partir del lunes, la vida será otra para él y para Rosa, que no sabe si se adaptará al descanso tras cerca de medio siglo sin parar: «Eu que sei o que imos facer. Nós non estamos afeitos a nada, porque nunca saímos de aquí. Nin siquera sei onde están todas as urbanizacións novas de Santiago, só sei ir ao hospital. Nunca pechamos, somos os máis parvos que hai na redonda. Nin cerramos o día da festa principal, da Virxe do Leite en setembro: aínda que esteamos toda a familia reunida, se vén alguén pedirme un tabaco, levántome e veño darllo. E máis non lle poño mala cara. Non sei se aprenderemos a ter vacacións». Eso sí, ahora podrá ir a nadar los dos días por semana a la piscina de Rianxo que no perdona sin prisas ni sobresaltos. Sin la atención permanente al trabajo, porque como comenta José «dunha hora para outra morres e alá vai todo. Coas dúas pensións (él se jubiló en Picusa hace diez años) ímonos defender e nada máis: temos horto e finca, algo faremos e algún viaxe. Hai que disfrutar algo da vida, que é moi corta».

Atrás quedan las comidas para obreros que sirvieron en otras épocas y los campeonatos de truco que llegaron a reunir a 64 parejas, disputándose un premio de 80.000 pesetas de las de los años 80. Pero eso ya es historia. Como lo será, a partir del lunes, la taberna de Blanco de Manselle.