Un hijo del abandono

Manuel Fernández Blanco
Manuel Fernández Blanco PSICOANALISTA Y PSICÓLOGO CLÍNICO

OPINIÓN

Luke Porter / Unsplash

29 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace pocos días ha sido juzgada la madre de un niño francés que, durante casi dos años, entre el 2020 y el 2022, vivió prácticamente solo en un piso de la pequeña localidad de Nersac. Cuando este niño inició su vida en soledad solo tenía 9 años. Su padre vivía en otro municipio y desconocía su situación. Estaba a cargo de su madre quien, al iniciar una nueva relación de pareja, se trasladó a Sireuil, a 5 kilómetros de Nersac. Esta mujer le llevaba de modo irregular comida a su hijo, o iban juntos a comprar al supermercado local. Luego se marchaba.

El niño, durante todo este tiempo, vivió a menudo sin calefacción, ni electricidad, y alimentándose fundamentalmente de conservas, bollería y de otros alimentos que conseguía a veces recurriendo a pequeños hurtos a sus vecinos. Los vecinos también le daban de comer en ocasiones. El piso, en el que no había ropa de su madre, estaba prácticamente vacío excepto el dormitorio, donde este niño dormía con tres viejos edredones para intentar combatir el frío.

A pesar de vivir en estas condiciones, acudía correctamente vestido y aseado (se duchaba con agua fría) al colegio. Hacía los deberes y obtenía buenas calificaciones. Evitaba de este modo levantar sospechas entre sus compañeros y profesores sobre su situación. Sus vecinos no ignoraban las condiciones en las que se desarrollaba la vida de este niño. En alguna ocasión confrontaron a la madre, que les respondió que se metieran en sus asuntos. Así hicieron hasta que, después de casi dos años, un vecino llamó a la gendarmería para preguntar si un menor de esa edad podía vivir solo. Esta actitud del entorno vecinal del niño es un claro ejemplo de cómo el sentimiento de comunidad ha sido totalmente barrido, en nuestra sociedad, por el individualismo a ultranza y ya ni siquiera tiene refugio en las comunidades pequeñas (Nersac es un municipio de 2.400 habitantes).

Tal vez lo que más sorprende de esta historia es la actitud del niño y su capacidad para enfrentarse a una situación tan adversa. Parece una demostración de lo que hemos dado en llamar capacidad de resiliencia, casi una épica de supervivencia. Pero esta imagen no oculta la dolorosa realidad anímica de este niño como hijo del abandono. Es un abandono redoblado porque al abandono del padre, que vivía ignorando la situación de su hijo, se añadió el abandono de su madre, que puso por delante su satisfacción al cuidado y protección del niño.

La pregunta fundamental es lo que pudo llevar a este niño a ocultar y encubrir activamente la realidad que vivía. Podemos pensar que el principal motivo era el de proteger a su madre. Pero, probablemente, también se intentaba proteger a sí mismo de la vergüenza de ser abandonado que, con frecuencia, un niño hace equivalente a no merecer el amor.