Diario de despedidas

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

13 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Leo en la prensa que Madrid y otras ciudades de España van a regular —cuando no prohibir— las despedidas de solteras. Dicen que no son rentables para las zonas y establecimientos de hostelería por donde transcurre el comando de chicas disfrazadas para la ocasión, con diademas de penes parpadeantes en el pelo y delantales eróticos subidos de tono. Esos grupos de chicas que se ven en todas la ciudades desafiando la vergüenza ajena y desencadenando su timidez. A mí me hacen gracia, pero entiendo que haya gente que le pueda incomodar la chabacanería de la performance erótica que parece desencadenar el rito de paso de la etapa de cortejo al emparejamiento.

En España, siete de cada diez matrimonios acaban en divorcio, de lo que se deduce que el subidón erótico festivo que produce en el inicio se desvanece pronto, concretamente dura una media de 16 años, tras los cuales solo quedan los penes sin pilas metidos en una caja de Amazon.

Las cifras se comprenden si tenemos en cuenta que los casados frescos —deliciosa expresión portuguesa— de hoy lo son entre los treinta y los cuarenta años de vida, es decir, ya van talludos y resabiados al descorche, lo cual hace que la leña de la pasión se consuma más pronto. Nada que ver con «a leña verde e xente nova, todo e fume» de antaño, donde la leña tardaba mucho más en consumirse.

Pero resulta que indagando por ahí descubro que las despedidas de solteras vienen de Mesopotamia, cuando en primavera se realizaban las despedidas de soltera con motivo de adorar a la diosa de la fertilidad; duraban 12 días y eran solo para mujeres, desconocemos el protocolo pero no debería ser muy distinto al desarrollado en Esparta ( solo hombres y stripper obligada) o en Roma, donde cobraban forma de bacanal a la que solo podían entrar mujeres nobles relacionadas con la novia.

Las despedidas de soltera, como todos los ritos, han perdido su sentido y se han convertido en una razón más para un día más de fiesta.

Sin embargo, ha aparecido un nuevo rito interesante que son las despedidas de casado. Fiestas nacidas en EE.UU. y que cuentan con su divorce planner. Teniendo en cuenta de que hoy siete de cada diez uniones se rompen, el negocio es redondo.

Estas fiestas celebran el nuevo estado de «libertad» del afectado o afectada que, como en el inicio, vuelven a celebrarlo con boys, strippers o drag queens al gusto. Otra otra vez la negación del fracaso y la pérdida del duelo, recurriendo al bálsamo del erotismo de medianoche.

Inútil empeño disfrazar de fiesta el dolor y el mal rollo de toda separación.