¿Por qué aumenta más la temperatura en Galicia que en Vietnam?

INTERNACIONAL

Un hombre sentado en posición de cuclillas, tan típica de Asia, descansa en una zona de sombra
Un hombre sentado en posición de cuclillas, tan típica de Asia, descansa en una zona de sombra Walter Alonso

El país asiático registró el pasado 6 de mayo 44,1 grados, la máxima más alta de su historia

22 oct 2023 . Actualizado a las 21:48 h.

Cuando uno visita una zona tropical entiende el poder transformador del clima. En febrero viajé a Vietnam y pude comprobar hasta qué punto el calor determina una forma de vivir. Basta con mencionar que los dos símbolos que mejor definen al país son el mítico gorro y las chanclas.

Febrero suele ser un buen mes para explorar el sudeste asiático porque te libras de la etapa más cálida del año y todavía falta mucho para las lluvias monzónicas.

El horno vietnamita es algo que experimentas al salir del avión, sobre todo si aterrizas en Saigón, al sur del país, como fue mi caso. Entre el bochorno y el caos del aeropuerto, la bienvenida es una experiencia a la que estamos poco acostumbrados por estas latitudes.

En Vietnam, como en el resto de los trópicos de la Tierra, el concepto de estación dista mucho del nuestro. No hay cuatro bien diferenciadas, ni tampoco una vegetación que vaya transformándose a lo largo del año. Solo hay dos períodos, más o menos cálido. Y en verano llega el monzón.

 

Esta simplicidad climatológica se traduce en una temperatura constante. Básicamente siempre hace calor. Y a veces muchísimo. Tanto que te paraliza. El tiempo parece ir entonces más despacio. Ocurre sobre todo cuando coincide una temperatura relativamente alta y una elevada humedad. De pronto el sudor, el mecanismo que usa el cuerpo humano para liberar calor, deja de funcionar. Aunque no porque no sudes, al contrario, no paras de chorrear. El problema es que no se evapora, lo que realmente permite que el cuerpo se refrigere. Por tanto, el sudor se acumula y el organismo falla.

Una de las formas más genuinas para combatir el calor extremo son las hamacas, que se encuentran por todas partes. Están pensadas para descansar, sobre todo al mediodía, cuando resulta casi imposible realizar cualquier actividad.

En uno de esos días sofocantes estábamos comiendo en una terraza, cuando de repente vimos cómo una anciana se desplomaba. Acababa de sufrir un golpe de calor. Aquello no es España. Nadie llamó a ninguna ambulancia. Afortunadamente una compañera de nuestro grupo es enfermera y tras asistirla durante más de una hora consiguió reanimarla. Literalmente le salvó la vida.

Resulta bastante evidente que el pueblo vietnamita está acostumbrado al calor, pero incluso a veces puede resultar demasiado insoportable. Desde luego aquel día lo fue para aquella pobre mujer.

A pesar de lo que suele pensarse, en un episodio de temperaturas extremas, la principal causa de fallecimiento no es por golpe de calor, sino por agravamiento de patologías previas. Durante la famosa ola del 2003, cuando murieron miles de personas en Europa, solo el 2 % fallecieron por golpes de calor. Dicho esto, cuando una persona sufre uno puede ser al algo fulminante como pudimos ver.

El incidente nos impactó muchísimo, pero a todos nos quedó la satisfacción de dejar con vida a la anciana. Estos días revivo aquel momento tan tenso. Vietnam acaba de registrar la temperatura más alta desde que existen registros. El pasado 6 de mayo en Hoi Xuan, al norte del país, se alcanzaron 44,1 grados.

Vamos a contextualizar esta cifra histórica. Durante nuestra estancia, las máximas no superaron nunca los 30 grados. Las regiones tropicales son las más cálidas del planeta, pero esto no implica que sea donde se registren las temperaturas más elevadas. Como son zonas extremadamente húmedas, de la que da buena cuenta su exuberante selva, una gran parte de la energía solar se concentra en evaporar el agua en lugar de calentar el aire. Aunque pueda parecer poco intuitivo, en Ourense resulta más sencillo que un termómetro pueda superar los 40 grados que en Hanói, la capital vietnamita. Tanto es así que la máxima más alta registrada en Galicia es de 44,2 grados, una cifra que se midió en la localidad ourensana de Leiro en el 2016. 

Por deformación profesional abandoné el país reflexionando sobre la vulnerabilidad del pueblo vietnamita, tan amable, ante el cambio climático. Cuesta imaginar la experiencia de esos 44,1 grados. Un calor que, por cierto, puede alimentar este próximo verano un monzón mucho más explosivo.