Cincuenta años sin Kennedy no cierran la herida ni entierran el mito

Mariluz Ferreiro REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Jason Reed

Mañana es el aniversario del asesinato del presidente, cuya figura sigue siendo revisada por los expertos

21 nov 2013 . Actualizado a las 12:35 h.

En la plaza Dealey, en Dallas, había una cruz blanca dibujada sobre el asfalto. Era pequeña, pero representaba una gran cicatriz en la historia de Estados Unidos. Allí asesinaron a John Fitzgerald Kennedy. Es imposible no haber visto las imágenes. El presidente saluda desde la limusina descapotable junto a su esposa hasta que los disparos mortales irrumpen en la escena. Con motivo de la preparación de los actos aniversario del magnicidio se renovó el firme de la plaza Dealey y se cubrió la marca blanca. Mañana se cumplen cincuenta años del asesinato de JFK.

El mito de Kennedy resiste. «Recuerda a lo sucedido con Obama. Era un presidente joven, el primer católico que ocupaba este cargo. Tenía una imagen cool, dominaba la prensa... Claro que se ha mitificado a Kennedy», explica Fabio Nigra, doctor por la Universidad de Buenos Aires, experto en historia de Estados Unidos y director de la revista de debate www.huellasdeeua.com.

Antonio Izquierdo, catedrático de Sociología de la Universidade de A Coruña, indica que «una parte de la sociedad estadounidense sigue percibiendo a Kennedy como un innovador». Recuerda que abrió las puertas de la universidad a la población negra. «Los demócratas son sus deudores. Sin él, Obama no hubiera sido posible. Es una figura fascinante», dice. Asegura que conectaba con la pluralidad de la sociedad americana porque era a la vez «un héroe de guerra y un hombre con debilidades físicas y psíquicas».

Los expertos coinciden en que a Kennedy le dieron brillo sus antecesores y los grises años cincuenta. Lo sostiene Nigra. También el historiador Antonio Acosta, catedrático de la Universidad de Sevilla: «Estados Unidos venía de un estancamiento económico. Él era un tipo joven, con carisma. Prometió crecimiento y lo logró. Se rompió una barrera en el tope del presupuesto general del país». Acosta recuerda que Eisenhower, predecesor de JFK, fue el primer presidente estadounidense que contó una mentira a la opinión pública negando que un avión espía había caído en territorio soviético. Nigra alude al macartismo.

Acosta considera que, tras Kennedy, Lyndon Johnson regresó a posturas más conservadoras. Nigra insiste en que JFK era «un oligarca» y que Johnson aplicó en Estados Unidos una política de derechos civiles más avanzada y destinó recursos a los más favorecidos. «Permitió que la clase media tuviera acceso a la universidad. Y no se valora. La guerra de Vietnam oscureció todo lo demás», señala.

Política exterior

Kennedy fue el que inició las primeras maniobras en Vietnam. Aunque, en política exterior, su mandato estuvo marcado por la invasión de Bahía Cochinos, heredada de Eisenhower pero autorizada por él, y la crisis de los misiles. Intentó a toda costa que el modelo comunista de Cuba no se extendiera. Lanzó la Alianza para el progreso. «Una especie de Plan Marshall, un acuerdo más virtual que real que buscaba el control político y social de los países latinoamericanos. Pero no cuajó», apunta Eduardo Rey, profesor de Historia de América en la Universidade de Santiago. «En la etapa de Kennedy se contemplaban el palo y la zanahoria. Antes solo existía el palo. Pero, desaparecida la alianza, solo quedó la represión», añade. Nigra indica que el plan fue un instrumento al servicio del imperialismo: «Ordenó sabotajes, intervenciones, torturas... Está en documentos del Pentágono. Eso también es Kennedy». «Y tuvo su Irak», recuerda Acosta. «En el 63 intervino en Irak y apoyó al partido Baaz, de Sadam Huseín», añade.

Las teorías

Una de las preguntas del siglo XX, quién mató a Kennedy, sigue despertando dudas: Castro, anticastristas, la CIA, la mafia, el Mossad o incluso un contubernio de todos. Acosta no descarta la implicación de los sectores más conservadores, que «veían ciertos pasos de Kennedy demasiado progresistas». Nigra cuestiona que Lee Harvey Oswald fuera un lobo solitario: «Todo es un tanto inverosímil. Un tirador tan certero con un fusil de segunda calidad, no con un Mauser, y la teoría de la bala mágica...». Izquierdo relaciona las teorías de la conspiración con intereses políticos y con el objetivo de mantener el imperio en guardia.

El asesinato continúa siendo un trauma para los estadounidenses. «Tuvo un alcance sentimental muy fuerte», dice Acosta. «No se ha cerrado la herida. En la primera elección de Obama hubo temor de que fuera víctima de un posible atentado contra el presidente», asegura Izquierdo. La marca de la plaza Dealey no se ha borrado.