La campaña de acoso a los medios y la recuperación del discurso más radical buscan reforzar un liderazgo debilitado
25 abr 2016 . Actualizado a las 19:47 h.En las europeas del 2014, Podemos se presentó con un discurso y un programa de izquierda radical, que incluía el impago de la deuda, el control público de los sectores estratégicos de la economía, una renta básica para todos los ciudadanos por el hecho de serlo, la jubilación a los 60 años, la prohibición de los despidos en empresas con beneficios y la imposición de un salario máximo, entre otras medidas. Resultado: cinco escaños en Bruselas. Sorpresa mayúscula. Pero cuando todos esperaban una fiesta, Pablo Iglesias salió con cara de funeral diciendo que ese no era su objetivo, porque ellos llegaban para gobernar. Y a ello se puso.
Constatado que por esa vía sería imposible alcanzar la meta pretendida, Podemos se entregó a la labor de blanquear su programa y su pasado chavista, llegando al límite de presentarse como una fuerza de centro heredera de Adolfo Suárez. Dejando su mensaje ideológico en los huesos, con la lucha contra la casta como única bandera, abominando de IU y del comunismo, fagocitando voto nacionalista al enarbolar un discurso de la plurinacionalidad que nunca estuvo en sus orígenes, y con un Iglesias bajando el tono, Podemos rebañó votos en todos los frentes. Resultado: 69 diputados en las generales del 2015. De nuevo fiesta, pero de nuevo el líder insatisfecho, porque ni gobierna ni lidera la oposición. Y lo que es peor, el travestismo ideológico impuesto sin escrúpulos por Errejón amenaza con romper Podemos y cuestionar el liderazgo de Iglesias, que no está dispuesto a perder el control de un proyecto que considera solo suyo.
A partir de ahí, la respuesta de Iglesias ha sido hacerse fuerte imponiendo el terror. Primero en su propia formación, purgando al más puro estilo estalinista, con vejación pública incluida, al secretario de Organización Sergio Pascual. Y dejando claro así que cualquiera que se le enfrente será defenestrado, incluido Errejón. Nadie se mueve ya en Podemos. Pero también en la sociedad, recuperando el discurso de que «el miedo cambie de bando», ya sin careta moderada. El reciente y premeditado ataque a la prensa que no es de su agrado, señalando por su nombre a periodistas, pretende así azuzar una reacción de acoso a los medios en las redes sociales, con el propósito de amedrentarlos de cara a la campaña electoral. El mensaje es que cualquier informador que cuestione a Iglesias será puesto en la picota pública.
El líder de Podemos tiene claro que es ese discurso radical, el de la cal viva, y no el de la moderación tacticista de Errejón, el que le garantiza el control personal de Podemos. Por eso ya no hay problema en abrazar a IU y al comunismo, de los que hace nada abominaba, ni en recuperar las alabanzas públicas a un Arnaldo Otegi condenado por su pertenencia a la banda terrorista ETA. Con ese discurso del miedo, Iglesias cierra la puerta a cualquier pacto de Gobierno con el PSOE, incluso en el caso de que superaran a los socialistas en las nuevas elecciones, y apuesta por construir y liderar desde la oposición una alternativa de izquierda radical a un gobierno de gran coalición. Entre la gobernabilidad de España o su liderazgo personal en Podemos, Iglesias elige lo segundo.
Un adelanto de las gallegas puede dar aire a Ciudadanos
¿Ciudadanos es el mejor aliado de Feijoo para alcanzar un tercer mandato en la Xunta o su peor enemigo? La pregunta no tiene una respuesta clara por el momento. Hay quienes consideran que para los populares sería bueno que Ciudadanos alcanzara representación en la cámara gallega porque lo haría a costa del PSdeG y sería su único socio posible en caso de perder la mayoría. Pero hay quien cree que son precisamente los escaños que gane Ciudadanos los que le harían perder esa mayoría. La otra incógnita es si hacer coincidir las gallegas con las generales beneficiaría a Ciudadanos, porque podría tener un efecto de arrastre en las autonómicas entre aquellos que apoyen a los de Rivera en las generales.
Cataluña le complica más las cosas al líder del PPdeG
El deshielo iniciado entre el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, amenaza con complicarle aún más las cosas a Alberto Núñez Feijoo de cara a las autonómicas gallegas. El Gobierno ha accedido a abrir una mesa con la Generalitat, incluso estando en funciones, para estudiar sus reclamaciones económicas y la posible mejora de la financiación de Cataluña. Algo a lo que Rajoy estaría dispuesto a cambio de que Puigdemont abandonara su hoja de ruta independentista. En plena campaña, a Feijoo le sería difícil explicar a los gallegos que su partido se preste a dar un trato de favor a Cataluña en perjuicio del resto de comunidades, incluida Galicia.
El PSdeG, expectante ante la decisión que tome Feijoo
Una vez que el rey constate mañana que nadie tiene apoyos suficientes para ser investido, y que por tanto es necesario convocar nuevas elecciones, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, dispondrá de una semana para decidir si adelanta también las autonómicas para hacerlas coincidir con las generales. De obrar así, situaría al PSdeG ante un serio problema. Los que podrían hacer buen papel como candidatos no quieren. Y los que quieren, no pueden. La improvisación para encontrar a un cabeza de cartel socialista es tan grande, que hay hasta quien hace campaña y lanza globos sonda para que el puesto lo ocupe un tertuliano conocido por elaborar sus propios vídeos caseros. Tal cual.