Protesta, se desmaya en pleno vuelo a Galicia, el avión regresa a El Prat y acaba desalojada

Redacción / La voz

GALICIA

Un incidente provocó que el avión aterrizase en Lavacolla con más de dos horas de retraso

28 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

No había amanecido aún en El Prat cuando en plena resaca de un nuevo partido del siglo entre el Barcelona y el Real Madrid el vuelo de las 6.10 horas de Ryanair con destino Santiago se disponía a despegar. Entre el pasaje, unas cuantas camisetas del Barça y del equipo madrileño, viajeros de fin de semana y las plantillas del Chapela de balonmano y del Amarelle de fútbol sala, que ayer regresaban de sus encuentros del sábado en Cataluña.

Faltaba muy poco para que el avión despegase cuando una de las últimas pasajeras subió no de muy buen humor, según explicaron varias personas que se encontraban en el aparato. «Venía protestando por el sitio. Se sacó las gafas de sol y le dijo a la azafata que no quería colocar la bolsa», relató un testigo. Sin embargo, nada apuntaba a que la mujer sería la causa de que, casi a medio viaje, el piloto decidiese dar vuelta.

Fue hacia las siete menos diez, a falta de 50 minutos para llegar al destino, cuando la tripulación informó de que había que regresar a El Prat. La mujer había sufrido un desvanecimiento. Se preguntó si había en el avión algún médico, pero nadie respondió, así que una jugadora del Amarelle con conocimientos de primeros auxilios se acercó para intentar ayudar. De todos modos, el piloto había tomado ya la decisión de regresar a la Ciudad Condal, lo que levantó cierto malestar.

Discusión con la Guardia Civil

Pero después, con el avión de nuevo en la pista barcelonesa, la cosa derivó ya en enfado entre los viajeros. La pasajera motivo del cambio en el plan de vuelo se negaba a salir. «Vinieron con una ambulancia, pero tuvieron que marcharse, y después ya vino la Guardia Civil», explicaba uno de ellos. Otro describía así la escena: «Se puso a gritar, muy nerviosa. Decía que ella no se bajaba, que ya se encontraba bien y que quería volar otra vez».

A los agentes les costó lo suyo, pero tras muchos tiras y aflojas, «y con buenas maneras», consiguieron que los acompañase. Lo hizo entre «aplausos de algunos y silbidos de muchos» que al final llegaron a Santiago a las once y cuarto de la mañana, con más de dos horas de retraso.