Ayer, el ambiente futbolístico estuvo dominado por los comentarios de lo sucedido en el Camp Nou, donde el Barcelona disfrutó de un instante de gloria, cuando creyó hecho el 4-1 y la Supercopa en su poder. Aquello duró poco porque el optimismo que respiraban los noventa mil aficionados, cambió por obra y desgracia de los dos guardametas: primero, evitando Casillas el que parecía convertirse en el segundo gol de Messi y, poco después, la otra cara del partido («los partidos tienen dos caras», decíamos ayer) con el tan inesperado como complicado regalo de Valdés sirviendo en bandeja a Di María el segundo gol de los blancos que, apresuradamente, en Madrid ya califican como decisivo para que los de Mourinho conquisten esta Supercopa del año 2012. Lo que sea, sonará en la noche del próximo miércoles.
Por ahora, aquí nos centramos en la noche de mañana, con el partido de Valencia del que el deportivista Pizzi dijo ayer en La Voz: «Lejos de Riazor tenemos que jugar diferente». Es la otra cara del partido que nos obliga a reconocer las dificultades que se plantearán a los hombres de Oltra, en ese intento por superar a un rival que viene de sorprender al Madrid, en el Bernabéu (1-1). Pero, como diría el paisano, «los malos tragos, cuanto antes, mejor».