«Crucé Europa por las cicatrices de los horrores que sufrió»

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Este belga con familia coruñesa contará su aventura en el Náutico el próximo sábado

07 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cruzó Europa como un hombre libre. Después de andar 4.500 kilómetros desde la plaza Roja de Moscú hasta la plaza del Obradoiro de Santiago, esa es la afirmación que, en su opinión, mejor resume su peripecia. Es Werner Van Zuylen, belga de 53 años, casado con una coruñesa y que el próximo sábado, día 9, a las 20.00 horas contará en el Náutico la experiencia de atravesar Europa andando durante 150 días. Gastó tres pares de botas.

-¿Por qué esta peregrinación?

-Lo preparé durante dos años. La intención era hacer un paréntesis en mi vida, salir de la conformidad de mi trabajo, escapar durante cinco o seis meses y hacer algo intenso, dentro de lo que me gusta que es la naturaleza. Dormí todas las noches en mi pequeña tienda de campaña, evitando todas las ciudades, caminando solo por bosques y campos porque considero que el alma y las tradiciones de cualquier país están en el campo, en la vida rural, y no en las ciudades.

-¿Qué buscaba en ese camino?

-Crucé Europa por las cicatrices de los horrores que ha vivido nuestro continente, todas ellas son huellas que pueden verse en ese camino, huellas que han venido como bofetadas... La Humanidad es una paradoja de amor y odio. Los caminos de Santiago son de paz, pero no se puede evitar ver el odio.

-Trazó un camino nuevo, ¿no?

-Fui cruzando la parte oeste de Rusia, Bielorrusia, Polonia, por el sur de Varsovia, Chequia, el sur de Alemania, y Francia hasta llegar al Camino Francés. Fui buscando caminos y antes de salir compré todos los mapas. Mis mapas tenían 22 metros de largo y 11 centímetros de ancho.

-¿Qué fue lo más duro?

-Lo mas duro ha sido la soledad. Hasta que llegué a los Pirineos no encontré a casi nadie; al principio solo veía a gente cinco o diez minutos al pasar por los pueblos. Cuando empecé a caminar con gente fue después de los Pirineos, pero en otoño hay poca gente haciendo el Camino. Lloré varias veces, por el cansancio, el esfuerzo, el tiempo malo... La llegada fue dura, los últimos días, desde León hasta Santiago, quieres frenar porque no quieres que se acabe.

-¿Le mueve algún motivo religioso para hacer este camino?

-No, no hay razón religiosa. No puedes evitar las iglesias, forman parte de la historia del Camino de Santiago. El objetivo era escaparme durante cinco o seis meses de nuestra vida moderna donde todos vamos deprisa, como un hámster doméstico que corre y corre en su rueda... Quería acercarme a nuestras raíces que están en la tierra y en la naturaleza.

-¿Cuánto andaba cada día?

-Los 4.500 kilómetros en 150 días son unos 30 kilómetros diarios, pero al principio podía hacer mucho más, empecé con 40 o 45 kilómetros al día porque Bielorrusia y Polonia son muy planos, aprovechaba 16 o 17 horas de luz y en los caminos hay rocas, es tierra y mucha arena.

-¿En qué trabaja?

-Tengo la suerte de trabajar en una empresa que es una banca privada. Hablé con los directores y me entendieron también porque ellos creen mucho en los caminos de Santiago y me apoyaron, antes, durante y después.