Tres mámoas, un castro y 79 grabados fueron víctimas del fuego en O Son

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez NOIA / LA VOZ

BARBANZA

Cedida

Los expertos cuestionan que se carezca de un plan de contingencias en caso de incendio

23 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Por ahora, la Xunta no tiene previsto llevar a cabo ninguna actuación para valorar y tratar de paliar los daños causados por los incendios de este verano en los yacimientos arqueológicos de Porto do Son, pero expertos de la zona sí se han lanzado al monte para ver en qué estado se encuentra el patrimonio arqueológico afectado por las llamas y, según sus cálculos, son al menos 83 los elementos que sufrieron daños. La mayor parte de ellos son grabados rupestres, pero en la relación también figuran tres mámoas -las de As Cacharelas, O Moucho y el túmulo de la Lagoa de Cabrais-, así como el castro de Gourís.

Que la mayor parte de los yacimientos afectados sean petroglifos tiene una fácil explicación, y es que Porto do Son -además de tener en el castro de Baroña, la joya de la corona- alberga la mayor concentración de arte rupestre de la provincia junto con los municipios de Carnota, Muros y Rianxo. No tiene parangón ni en Lugo ni en Ourense y solo algunos concellos pontevedreses superan la riqueza que atesora el término sonense. Esto lleva a que los arqueólogos incluyan al ayuntamiento en el top ten del arte rupestre de Galicia. Y esa es la razón por la que a algunos les cuesta entender que la Consellería no tome cartas en el asunto y se ponga manos a la obra para evaluar los daños y aplicar medidas correctoras que paren los destrozos en los grabados.

Sería necesario hacer un estudio detallado para conocer en qué medida el fuego ha dañado a los yacimientos y, de ser el caso, actuar para tratar de conservarlos. Pero, lo que sí tienen claro a primera vista diversos expertos conocedores del patrimonio arqueológico sonense, es que una parte importante de los petroglifos está muy afectada. Lo que no entienden es que no se evalúen los bienes, sobre todo cuando se trata de elementos BIC y, por lo tanto, cuentan con el máximo nivel de protección.

Hay un antecedente

Al hilo de esto, no faltan voces que cuestionen que no exista un plan de contingencias que establezca cómo actuar en caso de incendios que afecten a los recursos arqueológicos, más cuando hay antecedentes. En el 2006, los incendios avanzaron implacables, no solo por prácticamente cada rincón de Barbanza, sino por toda Galicia. En aquel momento sí se hizo una evaluación del patrimonio arqueológico afectado por las llamas y ese trabajo permitió que se limpiasen y documentasen los petroglifos de A Gurita, en O Son, o los de Os Mouchos y A Foxa Vella, en Rianxo. Gracias a esa labor se localizaron nuevos yacimientos.

Ese trabajo también permitiría saber qué elementos han desaparecido a causa de los daños sufridos y revisar el catálogo de yacimientos registrados con el objetivo de rediseñar los ámbitos de protección que se establecen a su alrededor y que limitan las actuaciones permitidas en su entorno.