La mayor salvajada que vieron en la Protectora

B. Lázare

LUGO CIUDAD

25 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

En la Sociedad Protectora de Animales y Plantas y en el Hospital Veterinario Rof Codina están acostumbrados a ver animales de compañía con grandes heridas y daños como consecuencia de accidentes y de malos tratos. Sin embargo, ayer tuvieron que atender un caso que alcanzó lo inimaginable y hace plantearse a qué voltaje funcionan los circuitos mentales de algunos seres llamados humanos.

«Las personas que vivan cerca de quien haya hecho esto corren serio peligro porque pueden ser las próximas víctimas», afirmó Javier García Calleja, el presidente de la Sociedad Protectora, mientras contemplaba al perro que habían recogido hacía una hora en una calle del barrio de A Piringalla». El animal, un macho cruce de grifón blanco canela de unos cuatro años, tenía dos profundas heridas en el cuello, probablemente hechas intencionadamente para localizar y sacarle el chip que permite conocer todos sus datos. También tenía un collar de sangre, ya que fue encontrado con una cuerda atada al cuello, de las utilizadas para las pacas de hierba.

Pero todavía presentaba signos de mayor crueldad, según señalaron las veterinarias que lo atendieron en el Rof Codina y García Calleja. Tenía el pene colgando porque, a pesar de que la piel impedía ver la herida, se lo habían arrancado de raíz. Tenía una infección generalizada y estaba necrosado e invadido por los gusanos, por lo que desprendía un olor que hacía casi insoportable permanecer en la sala en la que lo atendieron.

Fue localizado a las doce menos cinco del mediodía y un rato más tarde ya había sido llevado al hospital en una furgoneta de la Protectora. Para aliviarle el sufrimiento las veterinarias le suministraron morfina y posteriormente fue sacrificado mediante una inyección.

El perro fue localizado por una chica en la calle Garabelo, junto a la nueva rotonda de Garabolos. Según relató entre sollozos la joven, que más tarde también acudió al Rof Codina, iba caminando casi arrastrándose. Ella avisó inmediatamente a la Sociedad Protectora y a la Policía Local y poco tiempo después ya fue recogido.

La chica pretendía quedarse con él e incluso pagar los gastos hospitalarios. Sin embargo le explicaron que, dado su estado, era como un cadáver viviente y que lo más conveniente era acortarle la agonía.

A tenor de las heridas las veterinarias calcularon que podría llevar un mes con ellas. Según García Calleja, tras torturarlo probablemente lo mantuvieron atado y cortó la cuerda o lo colgaron y rompió. Dijo que es un perro típico de caza y, una vez más, criticó el elevado número de abandonos, que ya ese es un acto de maltrato en sí, además de los que hieren.