Una familia de Sada tuvo que ser realojada en un hotel tras el tornado
19 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Ayer a mediodía, en el paseo marítimo de Sada no se movía una hoja. Eran las dos y media de la tarde. No podía decirse lo mismo 21 horas antes, cuando un fuerte tornado entró en la ría desde el mar bordeando la costa en la que barrió árboles, fachadas, coches y hasta la carpa de un circo, el Roma Dola. Le bastaron solo tres minutos. «Foron poucos segundos, chega a ser unha hora... Calquera día aplástase o ceo enteiro e quedamos debaixo», apuntaba Francisco Mosquera mientras miraba como quedaba convertido en leña el tronco del árbol de treinta metros que abatió el tornado. Los encargados del trabajo, una empresa contratada por el concello para retirar los árboles y poner el firme levantado del paseo, se habían ido a comer.
A pocos metros, en el hotel Sada Marina, almorzaba también la propietaria del quinto piso del número 32 de la avenida de A Mariña, Gloria Monzo. La mujer, junto con sus dos hijos menores, tuvo que ser realojada en el hotel. En principio, se quedará allí hasta el martes. El viento le robó la ventana delantera y algún electrodoméstico que acabó en el mar. Ayer todavía no había logrado calmarse, como las ramas de los árboles. «Estamos asimilando lo que ocurrió», explica en un tono nervioso al verse a ella misma convertida en protagonista de un telediario en el que también hablan de una noticia ocurrida al otro lado del planeta. Lo que percibió fue una gran sensación de impotencia porque vio entrar el tornado, en directo, pero no pudo hacer nada. Como una película en tres dimensiones.
«Estaba a punto de salir -comenta- cuando vi como empezaba a oscurecer, pero oscurecía mucho». Fue esa llamada de atención la que hizo que se quedara mirando al mar. «Al fondo de la ría comencé a observar como un humo negro que se formaba en el mar. Primero aquella columna se desplazó a la izquierda para continuar bordeando la costa hasta chocar contra el edificio. Medio minuto más y no tendría ni rastro de la casa», apunta. La fuerza del viento arrancó la ventana, destrozando toda la cocina. «Agarré el fregadero para no volar con los electrodomésticos que acabaron en el césped», comenta. Ahora la ventana que el viento se llevó está tapiada con una madera y las habitaciones de su hogar están inundadas de barras de hierro que se utilizan en la construcción para agarrar las paredes.
En un edificio cercano, en el hostal Miramar, el viento también tomó prestado el tejado y abrió un boquete. Pero ayer a mediodía ya estaba todo arreglado. «Fueron rápidos», apuntó el joven que estaba detrás de la barra de la cafetería.
Fue el servicio de emergencias municipal el encargado de ir retirando poco a poco el material desprendido que quedó sobre el tejado de los inmuebles afectados. La huella del tornado, que aún nadie se atrevió a bautizar, quedan en algunos edificios del frente marítimo y en el espacio vallado que hay junto a La Terraza.
Para la valoración de los daños en bienes municipales habrá que aguardar hasta mañana. La policía local ya realizó ayer un listado de daños que serán valorados después. En el caso de los particulares, tendrán que hacerlo las aseguradoras.